jueves, 28 de marzo de 2024

Mensaje a mi hermano que se suicidó


Mensaje a mi hermano que se suicidó 1
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Redacción PDM

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Por Jennifer García Ríos /Especial Periódico del Meta 

Cada 10 de septiembre se ha convertido en una fecha muy importante para mí, y no es para menos. Es el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, y este año tiene un toque especial pues se cumplieron 5 años de la muerte de mi hermano Brandon. 

Luego de este tiempo y con lecciones aprendidas escribo mi caso, a pesar de que se reaviva la sensación de pérdida y ansiedad, pero lo hago para dos cosas: traer a mi hermano de vuelta a mi memoria y recordarlo siempre con amor, y motivar a las personas para que indaguen más sobre este tema, seamos más empáticos, y de esta manera, la muerte de mi hermano sirva de algo y no se quede en una estadística más.

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Quiero contarles que Brandon era muy simpático, media más de 1.90, acuerpado, de ojos bonitos, cabello ondulado, lampiño lo cual lo atormentaba en su intento de querer tener barba, buen conversador, chistoso y apasionado. Desde muy pequeño hacía piruetas en bicicleta y más adelante encontró la adrenalina en las motos.

Era muy inteligente, aunque no quisiera estudiar. A pesar de su corta edad aprendía rápido, gestionaba y solucionaba. Siempre fue muy activo, desde pequeñito lograba alzar el colchón y mover las tablas para escaparse de la cuna.

Pero mi hermano se fue apagando. Tenía 22 años cuando un 23 de junio tomó la decisión de quitarse la vida. Hay diferentes formas de morir: un accidente, un homicidio, de manera natural, pero cuando la muerte es inesperada, repentina, pero sobre todo autoinfligida, sí que marca, ese es el ingrediente que lo hace distinto.

A partir de ahí sentimientos, como la culpa, afloran por no haber hecho las cosas bien, no haber dicho las palabras adecuadas, no haber acompañado cuando era el momento o no buscar ayuda de manera inmediata.

También el enojo consigo mismo por negligencia, desconocimiento, desinformación. También enojo con la persona que se ha ido:¿por qué no pensó en mí, en mi mamá, en el otro hermanito que tenía 10 años, en lo traumático que sería, el daño y el dolor que esto nos causaría?

Son miles de sentimientos que creo que nadie podría describir porque las personas reaccionamos de diferentes maneras a un mismo estímulo.

Lo cierto es que 5 años después puedo decir que siento que mi vida y la de mi familia se partieron en ese momento en dos, es un antes y un después de la tragedia que nos obligó sin más remedio, a seguir viviendo con el dolor en el alma, un dolor unos días más intenso que otros.

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Una de las maneras para lograr aliviar este dolor es escribir, pero cada persona es diferente. Mi mamá por ejemplo habla mucho del tema así sea con extraños, y eso al principio me molestaba demasiado, -estaba realmente enojada-, pero luego entendí que era su manera de poder seguir viviendo con ese dolor insoportable.

A mi hermano no se le diagnosticó depresión, sencillamente porque no tuvo atención psicológica en un acto de total ignorancia a pesar de sus señales y llamados de alerta, pero eso lo aprendimos varios años después.

En su momento, utilizamos frases como “échele ganas”, “mire todo lo que tiene mientras hay gente que está peor”, y mi mami en un acto de amor y con las mejores intensiones lo invitaba a la iglesia, sin ni siquiera imaginarnos el calvario que él sufría por dentro. Y esa es la parte que más duele. Minimizar sus emociones, haberlas reducido a nada, no haber conocido más del enemigo tan grande que teníamos delante como es la depresión.

Nunca nos imaginamos que nos fuera a pasar esta situación, si bien en mi calidad de periodista informé muchas veces sobre situaciones de este tipo, jamás se me cruzó por la cabeza que mi familia se viera envuelta en esta tragedia, y que se tratara en especial de mi hermano.

A partir del 2016, año en el que mi hermano se suicidó, en Colombia se inició la vigilancia del intento de suicidio dando cumplimiento a la ley 1616 de 2013, con el objetivo además de caracterizar el evento, de realizar acciones de seguimiento a la atención integral en salud de las personas que lo presentan todo para evitar un desenlace fatal.

Fue a partir de este año que inició un sinnúmero de estrategias y campañas, que para mi familia llegaron demasiado tarde porque nosotros no sabíamos que el suicidio era un problema de salud pública, ni mucho menos que el suicidio es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 24 años.

Cuando tenemos alguna dolencia física vamos al médico; nos duele una muela, vamos al odontólogo; nos duele la columna, vamos al ortopedista… pero alrededor de la salud mental ocurre todo lo contrario porque existe un tabú, un miedo a la discriminación, a la burla, también la falsa creencia de que quien acude a un psicólogo está loco/a, no hemos entendido que la salud mental es parte fundamental de nuestra salud física.

Sin embargo, también pareciera que todo jugara en contra. El sistema de salud no está dado para que la gente acceda de manera fácil a un especialista. Luego de pasar por médico general se asigna consulta psicológica de 20 minutos con gran distancia entre citas; si alguien requiere con urgencia un tratamiento debe pagar un privado, y la asistencia psicológica es costosa, entre 80.000 y 160 mil pesos cuesta cada sesión y no cualquiera está en la capacidad de pagarlos.

En mi caso yo ya no podré envejecer con mi hermano, nos llevábamos apenas 2 años y medio de edad; ya no habrá más chistes flojos, peleas; no conoceré sobrinos por parte de él, tampoco mi hija conocerá a su tío; no habrá viajes ni recuerdos de amor.

Han pasado 5 años y tengo la sensación de que fue ayer, intento no olvidar su tono de voz, su rostro, su cuerpo, siempre lo dibujo en mi mente atesorándolo, y sé que no soy la única, seguramente pasa lo mismo con familiares y amigos cercanos, a quienes les agradezco su compañía no para mí sino para mi mamá. Ella carga con el peso del suicidio de su hijo; con el que más afinidad tenía; el que más se parecía a ella; con el que vivió las duras y las maduras, ella que ha aguantado los comentarios malintencionados de la gente, y que con sus propios medios ha intentado seguir adelante.

Con el tiempo he tratado de sacar lecciones y aprender del tema en medio de la desgracia; con el tiempo también he aprendido a vivir con el vacío de su ausencia, pero lo que más me ha dolido ha sido la culpa: no haber sabido qué hacer ante sus llamados de alerta; no haber sido buena hermana; no haber tenido una red de apoyo lo suficientemente buena para evitar el triste desenlace.

Hoy, con pleno conocimiento, son importantes varias cosas: cuidar nuestros pensamientos para que la mente esté bien y no tenerle miedo a buscar ayuda; estar atentos a los demás, ser más compasivos, empáticos, observar al otro con aprecio; fomentar la prevención del suicidio en todos los niveles, identificando los factores de riesgo, informando sobre los signos de alerta y promoviendo diversas estrategias de atención, intervención y acompañamiento, estas nunca serán suficientes.

A mi hermanito hoy le agradezco todo, desde siempre me ha enseñado tanto, pero en días como hoy quisiera decirle que nos faltó aprender a lidiar con el sentimiento de su ausencia, aun así quiero pensar que por siempre y para siempre estará en mí. Si tú que llegaste hasta aquí tienes hermanos, hazle saber lo mucho que los quieres, no sabes cuando será el día en que nunca más lo vuelvas a ver.


RP
Redacción PDM

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