Así no es… | Editorial
- Publicado en Nov 16, 2025
- Sección Columnistas
Los comportamientos de Arley Gómez que llevaron a su detención en plena vía Villavicencio–Bogotá, más que reflejar ‘valentía’ o ‘verraquera’ por romper las reglas, demuestran exactamente lo contrario.
La indignación —y hasta la desesperación— de quienes deben esperar largas horas en carretera es comprensible e innegable, pero eso no puede convertirse en excusa, y mucho menos en justificación, para incurrir en actos altaneros.
Lea: 13 años | Editorial
En el video difundido en redes sociales se observa al exdiputado del Meta retirando los maletines de cierre instalados para detener el paso de vehículos. Según su propia versión: “…no puede ser que yo tenga que esperar tres horas más acá. Tenía una cita importante en Bogotá, moví los maletines. A la niña ni le pegué ni la empujé… simplemente la retiré de ahí”.
En primer lugar, es evidente que muchos de los conductores que esperaban a su alrededor también tenían compromisos urgentes en la capital, pero ninguno recurrió al desacato. La diferencia radica en que entendieron algo básico: las normas existen para proteger la vida, y los cierres viales, por incómodos que sean, responden a riesgos que no se solucionan con impulsos.
En segundo lugar, la actitud del exdiputado revela un mensaje bochornoso: la idea de que la autoridad es negociable y que basta con sentir que una regla ‘estorba’ para decidir ignorarla. Ese modo de actuar no solo expone a otros a situaciones inseguras, sino que reafirma una cultura de prepotencia que durante décadas le ha hecho un severo daño al país.
Tercero, y no menos importante, la “niña” a la que Gómez hace referencia es, en realidad, una mujer que intentaba cumplir con su trabajo. Si retirar los maletines ya era un acto reprochable, el al parecer intentar mover a una funcionaria que intentaba detenerlo es, simplemente, inconcebible. Además, reducirla a un diminutivo infantil no solo minimiza su autoridad, sino que refuerza una visión despectiva hacia las mujeres en el ejercicio laboral.
Gómez, en vez de asumir su responsabilidad pública y dar ejemplo de civilidad, optó por la salida más fácil: imponerse por encima de la norma y de quienes cumplían con su labor. Peor aún, buscó justificar su reacción minimizando el trato hacia la funcionaria, como si intentar – como se observa en el video – fuese un gesto menor.
Puede que algunos liderazgos y demás ciudadanos insistan en celebrar la ‘viveza’ como símbolo de carácter, porque es un hecho que lamentablemente tiende a normalizarse, seguiremos atrapados entre la indignación colectiva y la incapacidad de construir una cultura mínima de legalidad.
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