Cabalgatas | Opinión


- Publicado en Sep 21, 2025
- Sección Columnistas

Hace algunas décadas, los historiadores ingleses Eric Hobsbawm y Terence Ranger publicaron un libro dedicado a estudiar las «tradiciones inventadas», es decir, aquellas prácticas formalmente instituidas y ejecutadas siguiendo reglas aceptadas de manera abierta o tácita, y que adoptaban un carácter simbólico o ritual.
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La expresión «tradición inventada», si bien es redundante, tiene un poder clarificador: refiere que cualquier tradición, por más que pretenda justificarse «echando mano» del pasado, está expuesta a su modificación e incluso a su desaparición por la vía del agotamiento de los sentidos que, en un principio, le dieron origen.
En días pasados, de manera unánime, la Corte Constitucional emitió un fallo en el que ratificó la Ley 2385 de 2024, que prohíbe las corridas de toros en Colombia, aduciendo que se trata de una actividad que socava la integridad de formas de vida no humana. Dicha ley, que será progresiva e incluirá prácticas como el rejoneo, las novilladas, las becerradas y las tientas, se concibe como una contribución a la transformación cultural en el país, con la cual se sienta un precedente con implicaciones en el campo de los comportamientos sociales que, como suele ocurrir, operan con lentitud, pero de manera indefectible.
El dictamen adoptado por la Corte Constitucional debería ser tenido en cuenta por los mandatarios locales de Villavicencio.
Ciertamente, está en mora revisarse y suprimirse definitivamente actividades que, como las cabalgatas, pretenden defenderse con posturas costumbristas que justifican lo injustificable: el maltrato animal. Ya ha habido en la ciudad periodos sin cabalgatas, y la tan aludida «tradición llanera» no ha desaparecido. En otros lugares de Colombia, incluyendo varias ciudades capitales, las cabalgatas se han suprimido de las agendas festivas, con lo cual se ha avanzado en la instauración de nuevas formas de convivencia ciudadana basadas en la no afectación de ninguna especie animal. De paso, ello ha servido para echar al bote de la basura formas obsoletas de representación del poder.

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