Carmen Pardo Barbosa: 42 años enseñando a mujeres de Villavicencio a creer en el poder de la educación

- Publicado en Jul 14, 2025
- Sección La Otra Cara
Durante 42 años, Carmen Pardo Barbosa inspiró a más de 10.000 estudiantes del Colegio Nacionalizado Femenino, enseñándoles no solo ciencias sociales, sino el valor de pensar, sentir y creer en el poder de la educación para transformar sus vidas y construir un mejor país.
Por Carolina González / Especial Periódico del Meta
En el ejercicio del aprendizaje, todos alguna vez hemos tenido un docente al que le guardamos un cariño especial. Puede ser por su entrega en el aula, por ese consejo sabio al final de una clase, o por tener una personalidad tan auténtica que quedó tatuada en nuestra memoria. Ese maestro o maestra que nos inspiró, quizás, a estar donde estamos hoy.
Así como probablemente a usted le vino a la mente el nombre de uno de sus profesores mientras leía estas líneas, para muchas estudiantes de Villavicencio ese nombre es Carmen Pardo Barbosa, una mujer de 70 años que dedicó 42 años de su vida a la docencia, como profesora de Ciencias Sociales en el Colegio Nacionalizado Femenino.
Carmen recuerda entre sonrisas sus mejores años, rodeada de las ocurrencias de sus alumnas. Llegó al Femenino justo después de terminar su licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
“Yo era una niña muy tímida. Llegaba con las manos frías… ¡temblaba! Pero me tocaba hacerme la valiente para que no se dieran cuenta. La docencia me ayudó a soltarme, porque apenas tenía cinco o seis años más que mis estudiantes”, dice. Bastaron unas clases para descubrir que su vocación era más fuerte que el miedo.
Nació en Villavicencio en una familia de ocho hermanos. “Nos hicimos profesionales con mucho esfuerzo de mis papás. Mi papá era celador y mi mamá lavaba y planchaba ropa con esas planchas de carbón que dejaban marcas de ceniza”, recuerda con nostalgia y orgullo.
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Desde niña entendió que la educación era la mejor herencia. Esa misma lección la repitió durante años a sus alumnas, convencida de que el estudio era un regalo que podía transformar vidas.
En el colegio fue conocida como una profe serena, bondadosa, pero también exigente. Esa exigencia que fue dolor de cabeza para muchas, terminó siendo motivo de gratitud.
“A veces me buscan para agradecerme, porque hoy se destacan por la calidad de su trabajo”, cuenta. Su legado no fue solo académico. Se tomaba el tiempo de escuchar, aconsejar y, cuando podía, hasta apoyar con desayunos o útiles escolares a quienes más lo necesitaban.
Durante más de cuatro décadas, Carmen vio pasar hasta tres generaciones de una misma familia. “Profe, usted le dio clase a mi mamá y a mi abuela también”, le dicen algunas alumnas. Aunque algunos recuerdos son borrosos, estima que más de 10.000 señoritas pasaron por sus clases. Muchas hoy son médicas, ingenieras, arquitectas, servidoras públicas.
“Cuando me ven en la calle me reconocen, me abrazan. Algunas, tristemente, ya partieron de este mundo, pero las recuerdo con cariño”.
Aunque podía seguir enseñando durante la pandemia, decidió retirarse. “Quise dedicarme a viajar, a conocer todos esos lugares geográficos de los que hablé durante años”, dice.
Hoy, el eco de su voz no resuena en las aulas, pero sí en la vida de miles de mujeres que crecieron creyendo en su valor, en su inteligencia, en su poder transformador. La Profe Carmen no solo enseñó historia: ayudó a escribirla, sembrando en cada estudiante la certeza de que las mujeres también construyen país, y que educar es una forma silenciosa pero profunda de revolucionar el mundo.
