Cómo René Higuita revolucionó la posición del arquero moderno

Todos los fans del fútbol tienen grabada esa imagen con hierro incandescente en su memoria. Fue en Wembley en 1995, cuando un arquero de pelo rizado y uniforme llamativo detuvo un disparo inglés lanzándose hacia adelante y golpeando el balón con los talones en pleno vuelo. Ese escorpión le dio la vuelta al mundo y consagró a René Higuita como un artista.

Sin embargo, encasillar la carrera de este astro en ese truco circense es casi un insulto, ya que detrás de la extravagancia había una mente táctica revolucionaria que redefinió para siempre la posición más solitaria del campo. Higuita no fue el primero en jugar con los pies, pero fue el que obligó a cambiar las reglas.

El fútbol de finales de los ochenta era otro mundo, pues, a diferencia de los jugadores activos que conocemos en la actualidad, los arqueros se quedaban encerrados en su pequeño espacio y su contacto con el resto del equipo era escaso. 

En ese ambiente cuadrado, el colombiano se salió del molde. Su habilidad para abandonar el área y convertirse en un zaguero más posibilita a sus equipos adelantar líneas y presionar arriba sin miedo al juego directo. Hoy en día, los entrenadores y los que miran las apuestas deportivas miran con buenos ojos a los porteros con juego de pies, ya que saben que les pueden dar una ventaja estratégica en la salida de balón. Pero en aquel entonces, la mentalidad de juego era distintiva, lo que hacía que muchos, afianzados a las tradiciones, vieran esa valentía como una temeridad imperdonable.

El arquitecto del cambio de reglas

Higuita impactó tanto que llegó a las oficinas de la FIFA en Zúrich. En el Mundialde Italia 1990, el planeta entero vio cómo Colombia utilizaba su arquero para hacer tiempo o para iniciar ataques desde atrás. Esto era un soplo de aire fresco en comparación con el tedio habitual de aquel torneo, con su juego defensivo y pérdida de tiempo. Los arqueros tomaban el balón con las manos luego de un pase de sus zagueros para cortar el juego.

El organismo del fútbol intervino para hacer más rápido el juego, por lo que en 1992 se prohibió que el guardameta tomase el balón con las manos tras un pase intencionado de un compañero. 

Este cambio, conocido como la regla de cesión, tenía como objetivo hacer más fluidos los partidos y forzar a los porteros a desarrollar habilidades técnicas con los pies. Si bien la regla perjudicó a muchos arqueros clásicos que lucharon por ajustarse, para René, esto le vino como anillo al dedo, ya que le sirvió para afirmar aún más su estilo. Las reglas tuvieron que adaptarse para que el resto del mundo pudiera jugar a su ritmo.

El riesgo calculado como sistema

La del Loco era una sencilla ecuación matemática: si el arquero se queda bajo los tres postes, el equipo juega con diez hombres de campo, pero si el arquero sale y juega, el equipo juega con once. 

Francisco Maturana, el entrenador de esa generación dorada, lo captó a la perfección y sobre ello armó su juego. Higuita jugaba de líbero, barriendo todo balón que superara la línea defensiva.

Pero claro, aunque vanguardista, esta manera de jugar tenía sus riesgos. El fallo ante Roger Milla en octavos de final de Italia 90 es la cicatriz más conocida de este modelo. Aquí el guardameta intentó gambetear al delantero camerunés en el mediocampo y perdió el balón, lo que terminó en la eliminación de Colombia.

Y mientras la reacción de todos ante lo acontecido fue tremenda, él nunca renegó de sí mismo por el hecho de que estaba perfectamente consciente de que ese error era el costo por todas las otras ocasiones en que su ubicación había rescatado al equipo o había lanzado un ataque de gol. Su ejemplo muestra que el error es parte del proceso y que sin riesgo no hay avance.

El padre de los arqueros modernos

Y cuando uno ve hoy en día el fútbol de alto nivel, ahí está Higuita en cada partido de Champions o Premier League. Nombres como Manuel Neuer, Ederson Moraes o Marc-André ter Stegen han sido aclamados por su habilidad para anticipar el juego y realizar pases precisos bajo presión. Se les dice porteros modernos, pero son herederos de una escuela que se inventó en Medellín hace 30 años.

Lo que en los años 90 era una locura hoy es una asignatura obligatoria en las academias de formación de todo el mundo. Un arquero que no domine los pies difícilmente alcanzará el profesionalismo. 

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Higuita tuvo el coraje de ser el primero en transitar ese camino, soportando los reproches de quienes no comprendían que él no estaba jugando a ser delantero, estaba creando el futuro de su posición. Su legado futbolístico trasciende una parada imposible en Wembley; su obra maestra fue liberar al portero de la prisión de la raya de gol.