IA y relaciones interpersonales | Opinión

Es tan grande la tendencia del auge de los asistentes virtuales con Inteligencia Artificial (IA) que cada vez más personas buscan ayuda a través de esta. Así como ya se ha dado el debate en otras ramas del saber –como la jurisprudencia–, en la psicología no es la excepción.

Además de los constantes cambios de interrelación entre los seres humanos por el crecimiento del mundo virtual a través de internet y las redes sociales, definitivamente se ha ido perdiendo el contacto físico, el lenguaje no verbal y las implicaciones simbólicas implícitas en el lenguaje. Cosa que una máquina no puede: comprender el silencio, denotar gestos, interiorizar historia y oír lo que no está explícito.

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La psicología no es solo emanar información certificada por la comunidad científica, sino un mecanismo de liberación, comprensión y empatía que, hasta la presente fecha de este escrito, es una cualidad inmersa y exclusiva del ser humano. En otras palabras, la información por sí sola no transforma; hay procesos kinestésicos que impactan al paciente.

En consecuencia, con un espectro digital tan amplio y de fácil acceso, la psicología se ha tenido que actualizar y adecuar a un entorno cotidiano y a los nuevos retos en salud mental en la era pospandemia. Estamos ante un inminente riesgo en la salud mental al valorar estas herramientas como autodiagnóstico clínico, que mediante algoritmos pretenden suplir las recomendaciones realizadas por un profesional de la salud.

Recordemos que estos instrumentales no poseen secreto profesional y que pueden almacenar, divulgar y manipular nuestra información al mejor postor en el mercado, porque, al aceptar su política de tratamiento de datos, le estamos abriendo la puerta a una hipervigilancia social. Lo cual se refuerza por la cultura de la inmediatez, fomentando esa necesidad de satisfacer los placeres momentáneos y, desde un concepto conductista, robustecer los estímulos con respuestas al entorno casi que ipso facto por medio del condicionamiento operante, sin derecho al fracaso o a cometer errores.

Esto, sin duda alguna, ha entrado al mundo de la terapia, donde muchos esperan soluciones inmediatas con frases de cajón como “tres pasos para ser feliz”. Pasamos de un psicoanálisis profundo al coaching rápido, confundiendo bienestar con consumo de contenido. La idea no es satanizar a la IA, sino verla como un instrumento, mas no como un reemplazo del ser humano.