La batata se abre paso como vino artesanal desde Castilla La Nueva

Con la temporada navideña como telón de fondo, nuevas alternativas locales buscan abrirse espacio en las mesas festivas: una de ellas es Alma Morada, el vino llanero de batata creado por un joven emprendedor de Castilla La Nueva.

Por Felipe Peña

En Castilla La Nueva, la batata dejó de ser solo un alimento tradicional para convertirse en vino y, además, en el proyecto de vida de Cristian Gómez, un joven del municipio que encontró en este tubérculo la oportunidad de transformar sus saberes del campo en una idea de negocio innovadora. Hoy produce cerca de 50 botellas mensuales.

Lo que comenzó hace tres años como un proyecto agropecuario de noveno grado terminó evolucionando en Alma Morada, un vino llanero a base de batata cuyo sabor dulce ha conquistado a quienes lo prueban.

Cristian, proveniente de una familia dedicada al campo, creció familiarizado con la papa dulce, lo que facilitó que la escogiera como base de su trabajo escolar y, más tarde, de su emprendimiento. Sin embargo, el proceso no fue sencillo. En varios intentos iniciales obtuvo vinagre en lugar de vino y estuvo a punto de renunciar, pero su espíritu emprendedor lo impulsó a seguir intentando. 

“Al principio me salió fue un vinagre, no le quitaba el bagazo y no le entraba oxígeno, entonces se dañaba. El año pasado volví a intentarlo: hice dos prototipos y también fallaron… Me desanimé, pero este año dije: ‘Vamos a hacerlo hasta que me salga’, y ahí lo logré. Cuando saqué la primera muestra del producto final, a todo el mundo le gustó su sabor dulce. Hice un lote de 25 botellas y se vendió rapidísimo; ahí pensé que este podía ser mi proyecto de vida”, recuerda.

Tras varios ensayos, Cristian encontró la fórmula para dar vida a este vino morado que ha cautivado a los locales. El proceso inicia en la finca de su tío, donde se siembra la batata, que tarda unos seis meses en estar lista. Luego, 1,25 kilos del tubérculo —la cantidad necesaria para una botella— pasan por un proceso de filtrado y dos etapas de fermentación, antes de entrar a una fase de reposo de seis meses que define su sabor dulce, su color característico y sus 6.5° de alcohol.

Ese esfuerzo le ha permitido a Alma Morada destacarse en ferias de Cubarral y Villavicencio, donde los asistentes han valorado su calidad y hasta le han sugerido llevarlo a restaurantes y cafés de la capital del Meta.

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“En las ferias nos fue muy bien. Me dijeron que sería bonito poder ofrecerlo en un restaurante o llevarlo a un café gourmet, ya con su presentación final y su cajita”, contó.

Los planes de Cristian para Alma Morada van mucho más allá de la producción actual. Aunque por ahora elabora 50 botellas al mes, proyecta expandirse y contar con una bodega de barriles que le permita almacenar más unidades y dar el salto a una producción mayor.