La vejez | Opinión


- Publicado en Sep 14, 2025
- Sección Columnistas

En dos libros consecutivos, Envejecer no es deteriorarse (1982) y Canas y arrugas Aleluya (1986), el escritor Gonzalo Canal Ramírez (1916-1994) aborda el tema del envejecimiento a través de personajes memorables.
El caso más patético, se trata de una especie de demencia senil, el de José Arcadio, a quien debieron atar de cintura, pies y manos bajo el castaño, completamente hundido en las tinieblas del olvido de sí mismo, de los demás y del mundo exterior, hasta el punto de regresar al árbol cuando, apiadado de él, la esposa lo llevaba al dormitorio.
Le puede interesar: Carranza vive | Opinión
Canal Ramírez advierte, desde el principio, que la senilidad no es necesariamente atribuible a la vejez, sino a causas de daños cerebrales anteriores de la infancia y la juventud, sobre todo. Hasta su muerte.
Otro caso significativo de envejecimiento es el de Rebeca, quien después de haber disfrutado de los desenfrenos del amor y del sexo, enviuda, recluyéndose en su casa, y, por último, muere como ha vivido: rumiando sus recuerdos paralizantes y destructivos, olvidada de todos.
No menos emblemático es el caso de Amaranta, hija menor del matrimonio Buendía. Llegada la hora presentida, muere, no sin antes haberle exigido a Úrsula testificar su virginidad y haberse ofrecido a llevar cartas de sus coterráneos a sus familiares y amigos del más allá.
“Aquí esperando que pase mi entierro”, contesta el viejo coronel Aureliano Buendía, sentado frente a su casa mirando a la calle, cuando le preguntan qué hace ahí. En el crepúsculo de su vida, de vuelta a su taller de orfebre, talla pescaditos de oro que luego funde para hacer otros, en un curioso círculo vicioso. Vive en el pasado, proyectándose al futuro, sin detenerse en el presente.
Por último, Úrsula Iguarán, símbolo de la cordura, de la actividad y la productividad en un clan familiar de locos, aventureros y despilfarradores. Los Buendía subsistieron hasta el final gracias a esta mujer. Ya centenaria perdió el sentido de la vista, sin que nadie lo advirtiera porque ella lo sustituyó por la agudeza del oído, el olfato, el tacto y, sobre todo, del sexto: el sentido común.

En PERIÓDICO DEL META estamos comprometidos en generar un periodismo de calidad, ajustado a principios de honestidad, transparencia e independencia editorial, los cuales son acogidos por los periodistas y colaboradores de este medio y buscan garantizar la credibilidad de los contenidos ante los distintos públicos. Así mismo, hemos establecido unos parámetros sobre los estándares éticos que buscan prevenir potenciales eventos de fraude, malas prácticas, manejos inadecuados de conflicto de interés y otras situaciones similares que comprometan la veracidad de la información.