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miércoles, 22 de octubre de 2025
Pico y placa
1 y 2

Las democracias se cansan | Opinión

Las democracias se cansan | Opinión 1
Juan Carlos Guardela

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El pensador escocés Alexander Tytler planteó hace más de dos siglos un ciclo fatal para las democracias: de la libertad se pasa a la abundancia, luego a la complacencia, después a la apatía y, finalmente, a la dependencia y la servidumbre. Las sociedades —decía Tytler— mueren no cuando las derrotan, sino cuando se cansan de sí mismas.

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El Meta, y especialmente su capital, Villavicencio, parecen hoy atravesar ese mismo punto de inflexión.

Villavicencio, corazón del oriente colombiano, crece hacia arriba, pero no hacia adentro. Los edificios modernos contrastan con los barrios sin acueducto ni empleo estable. La desigualdad es el nuevo idioma de la ciudad. Las promesas de desarrollo se cumplen solo en la publicidad institucional. En las noches, la inseguridad marca el ritmo; en los días, la desesperanza se camufla entre motos, ventas informales y discursos de progreso.

La crisis de salud es otro espejo del ciclo. El Hospital Departamental de Villavicencio, eje del sistema público, sufre deudas superiores a los $200.000 millones con las EPS, y más de $400.000 millones si se suman las clínicas privadas. Los médicos trabajan con lo justo; los pacientes, con la fe. En municipios como Puerto Gaitán o Vista Hermosa, enfermarse es un riesgo que puede costar la vida.

Tytler diría que esa es la etapa de la complacencia institucional: cuando el administrador de lo público olvida que su fuerza está en servir. La democracia se desgasta cuando la palabra participación se vuelve sinónimo de espera eterna.

Villavicencio no está ajena al cansancio. El voto se ejerce más por inercia que por convicción; la juventud observa el panorama político con una mezcla de ironía y resignación. Se trabaja, pero no se progresa. Se vota, pero no se cree. Esa apatía, decía Tytler, es el preludio de la dependencia: el momento en que el ciudadano prefiere el subsidio al cambio, la costumbre al esfuerzo.

Quizás el Meta esté recorriendo el mismo ciclo que describió Tytler, pero con una diferencia esencial: aquí, la servidumbre no se acepta con docilidad. Aquí, la democracia sigue siendo un acto de terquedad y de dignidad.

Y mientras esa terquedad exista, el ciclo —por cansado que esté— todavía tiene esperanza de romperse.


Juan Carlos Guardela

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