Los ‘hijos ausentes’ de esta Navidad

Cuando el reloj marca la medianoche y los abrazos se multiplican en los hogares, hay quienes viven la Navidad en silencio, lejos de su familia y de la mesa compartida. Son los soldados del Ejército Nacional que, entre la nostalgia y el deber, custodian la tranquilidad del Meta mientras celebran diciembre en servicio.

Por Lina Herrera

Este 24 y 31 de diciembre, mientras se espera la llegada de la medianoche para abrazar a los seres más queridos, entregar regalos, brindar y compartir una cena, no podrá faltar la voz de Pastor López entonando:

“Otro año que pasa y yo tan lejos,

otra Navidad sin ver mi gente.

Madre, yo te pido humildemente

que en el Año Nuevo me recuerdes”.

Algunos bailarán esta infaltable canción; otros, en cambio, se identificarán con ella al ser los llamados ‘hijos ausentes’ en muchos hogares. Tal es el caso de los soldados pertenecientes al Ejército Nacional, quienes, en cumplimiento de su deber de proteger a la comunidad, pasan otro diciembre lejos de casa.

“Estar sin la familia es un poco complicado, ya que es el sacrificio que nosotros ofrendamos por ellos, por nuestro país. La Navidad casi siempre se pasa fuera de casa, pero insistimos a nuestros hombres del Ejército en mantener la fe, la fe en la causa, para continuar y procurar que las festividades sean mejores. Estamos acostumbrados a vivir estas fechas lejos de nuestros hogares”, comentó el sargento primero Éverson Lucumí Machado, quien lleva más de 20 años en servicio y actualmente se encuentra radicado en Villavicencio.

El sargento tiene la misión de proteger la región, el Llano que le abrió las puertas, al igual que el teniente coronel Jairo Erazo Díaz, quien considera que los primeros años de la vida militar son los más complejos durante estas festividades.

“No se está acostumbrado a no compartir el abrazo con la mamá y el papá en un nuevo año. Entonces uno entra en nostalgia, especialmente cuando llega la medianoche y se está solo. Estar en un cerro o en una zona aislada genera nostalgia, porque uno quisiera llamarlos y decirles ‘estoy bien, los quiero…’, pero es difícil; a veces hay que esperar dos o tres días, incluso una semana, para comunicarse”, explicó el coronel.

Y es que, en medio de esta labor, los ‘hijos ausentes’ crean nuevos lazos entre ellos, convirtiéndose en compañeros no solo de misión, sino también de fechas especiales que se tornan complejas a causa de la distancia.

“Recuerdo cuando estaba en San José del Guaviare, en el año 2007. Me encontraba en una zona donde no había buena comunicación y me acompañaba un grupo muy pequeño de soldados, así que compartimos la ración de campaña entre nosotros; era como decir: ‘el pan mío se lo voy a regalar a usted porque no tenemos más’. Fue muy nostálgico, porque de lo poco que teníamos, lo intercambiábamos para que el otro se sintiera mejor”, recordó el coronel Erazo.

Existen diferentes escenarios en los que un militar puede pasar la Navidad y el Año Nuevo. Algunos están en carretera, vigilando que todo esté en orden mientras los viajeros se dirigen a sus destinos; otros, como en la anécdota del coronel, se encuentran en la ruralidad, en zonas remotas, velando por la seguridad. Asimismo, están quienes permanecen en las distintas bases militares, ubicadas estratégicamente para proteger el territorio.

Por ejemplo, en la base La Reforma, ubicada en Pipiral, se encuentra Isai de Jesús Arroyo, un soldado profesional proveniente de Coveñas, quien lleva tres años en servicio. Para él, el mejor deseo de Navidad sería estar con su familia.

“A ellos les diría que gocen, aunque yo no esté con ellos. ¿Qué más les pido? Que no estén tristes, que disfruten. Yo regresaré algún día…”, expresó el soldado.

Entretanto, quienes permanecen en las bases militares buscan la manera de hacer más amena cada festividad. Reciben mensajes de sus familiares en forma de videos o cartas, improvisan una cena y, sobre todo, se brindan aliento entre sí, especialmente a aquel que añora volver a ocupar la silla vacía en la mesa familiar.