Mario, retratando lo invisible | La otra cara
- Publicado en Nov 23, 2025
- Sección La Otra Cara
El fotógrafo documental llanero ha dedicado su trabajo a revelar las realidades sociales que suelen quedar fuera del encuadre. Su cámara se ha convertido en una herramienta para narrar aquello que permanece oculto en su territorio.
Por Lina Herrera
El mundo necesita que alguien capture en una imagen su belleza, lo maravilloso y lo que irradia paz; pero también requiere que se revele su contraste, aquello que muchos ojos ignoran y dejan volverse invisible. Ahí entra Mario Toro Quintero, un joven fotógrafo documental llanero que ha convertido su cámara en su mejor aliada para contar, en una sola toma, aquello que otros prefieren callar.
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Es oriundo de Villavicencio, ciudad donde transcurrieron su niñez y adolescencia, aunque no fue allí donde dio sus primeros pasos como fotógrafo.
“Llegué a la fotografía en el 2012. Cuando estudiaba Comunicación Social y Periodismo en la Universidad del Quindío, entré a un fotoclub. Allí empecé a conocer un poco más sobre el oficio”, recordó Toro.
Como un nómada en busca de nuevos conocimientos, Mario dejó las tierras cafeteras y migró a Rusia. Allí, pese a las dificultades de adaptación por el idioma, se adentró en la ‘fotografía de calle’.
“Hice hasta octavo semestre de la carrera y me fui a Rusia para terminar mi formación académica. Allá experimenté mucho la fotografía de calle: salía mucho por el tema de la seguridad, conocía las ciudades y hacía fotografía experimental, pero también muy coloquial”, contó el fotógrafo.
Su regreso a la capital del Meta tuvo inicialmente un sabor amargo. Toro aspiraba a seguir creciendo en otros territorios y mantenía la idea de que Villavicencio no era cuna de oportunidades. Sin embargo, la vida se encargó de contradecirlo.
“Me fui del país y dije que no volvería, pero volví. En todo este andar entendí la importancia de ese momento previo, cuando decía que no regresaría. Estar nuevamente acá y ver que la vida siempre me devolvía a mi territorio hizo que empezara a contar, desde la fotografía, los procesos sociales y culturales del lugar.”

Durante la pandemia sintió un “clic” por la fotografía social. Al recorrer barrios como Santa Fe, Santander y El Espejo, encontró historias que merecían ser contadas.
“Recorrimos la ciudad narrando un poco de lo que sucedía. Luego empecé a ir al campo, a El Guayabero, también en pandemia. Ahí algo hizo un ‘clic’ y entendí la importancia de poner mi cámara, mi lente y mi disposición al servicio de contar lo que pasa en la región”, sostuvo.
Aunque se graduó como comunicador social, se reconoce únicamente como fotógrafo. Aun así, se acercó a una meta que se planteó cuando estudiaba: ser cronista. Hoy, sin dedicarse por completo a la escritura, logra narrar e impactar a través de sus imágenes.
En 2024 fue nominado al Premio Nacional de Periodismo Xilópalo por su trabajo sobre las muertes en la comunidad indígena Embera en Bojayá, Chocó.
“Tiempo después me enteré de que mi trabajo sirvió para que una brigada de estudiantes de psicología de la Universidad de Caldas fuera al territorio a fortalecer los procesos de salud mental”, recordó.
Más allá del crecimiento profesional, la fotografía ha significado también un proceso de sanación personal.
“La fotografía me ha ayudado a sanar muchas cosas, sobre todo rencillas y diferencias que tenía conmigo mismo por estar aquí. Crecí con el imaginario de que la ciudad no ofrecía nada, que estar en Villavicencio era un fracaso. Pero hoy, trabajando con medios y agencias externas, entendí que puedo hacerlo todo desde aquí, que no necesito irme a Bogotá o Medellín. Me ha liberado muchos pesos que me impuse de manera innecesaria. Estoy construyendo un camino muy sólido desde mi ciudad, con mi familia y mis amigos. ¿Qué mejor que poder hacerlo así?”.
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