No prenda la mecha | Editorial

Pasó la noche de Velitas y el Meta, una vez más, no pudo cerrar la jornada con el anhelado reporte de cero quemados por manipulación de pólvora.

De acuerdo con las cifras del Instituto Nacional de Salud, registradas en el portal Sivigila, Villavicencio y Granada suman cinco lesionados. Todos son adultos, y algunos se encontraban bajo los efectos del alcohol. Las quemaduras, según el reporte, estuvieron asociadas principalmente al uso de voladores, uno de los artefactos pirotécnicos que con mayor frecuencia causa heridas graves en estas fechas.

El primer incidente ocurrió el 5 de diciembre y el último, el 8 de diciembre. Es decir, en menos de una semana la pólvora ya cobró víctimas en el departamento, pese a las campañas preventivas y los llamados de las autoridades. La prevención quedó, otra vez, siendo una voz a voz que no se acata.

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Si bien ninguno de los afectados es menor de edad —un dato que podría parecer alentador—, esto no debería convertirse en excusa para normalizar que los adultos sean quienes sostienen, en plena época decembrina, la tradición peligrosa de encender pólvora. La responsabilidad no es solo proteger a los niños, sino asumir que el ejemplo también se enciende… o se apaga.

Incluso, mientras se redacta esta editorial y se cierra la edición, en el fondo se escuchan explosiones de pirotecnia, en un día cualquiera, en pleno horario laboral y aún con luz. La pólvora se ha convertido en un accesorio fácil de conseguir durante la temporada. Pero la pirotecnia debe dejar de ser parte de la tradición: la unión familiar, los buenos deseos y el espíritu de diciembre no dependen de “prender la mecha”.

Aunque la responsabilidad inicia en casa, el control de las autoridades también es indispensable. En más de un barrio de Villavicencio no faltaron las bengalas, totes, volcanes y cohetes; parecía importar más encender pólvora que la velita protagonista de la noche.

Y, por último, vale recordar a quienes no hablan, pero sí sufren: los animales. Tanto los domésticos como la fauna silvestre padecen cada explosión, cada estallido que para muchos es diversión, pero para ellos es miedo, desorientación y estrés. ¿Seremos capaces de empatizar con quienes no pueden pedirnos que paremos? Algunos actos —aunque parezcan inocentes— deben dejar de ser costumbre.

Aún quedan dos festividades importantes, dos celebraciones que podrían vivirse sin convertir la pólvora en protagonista. Detengámonos a dar ejemplo. Que el Meta deje de ser parte de las cifras negativas, no añadamos más números al portal, ni más casos a los hospitales y centros de salud. Ni los niños ni los adultos deberían hacer de la pólvora el ambiente de esta Navidad y Año Nuevo.