Un deseo | Editorial
- Publicado en Dic 07, 2025
- Sección Columnistas
Se abre la temporada navideña, esa que muchos esperan con ilusión y que otros, quizá, preferirían dejar pasar. Más allá de la visión comercial, vale la pena mirar este tiempo por lo que realmente representa: una oportunidad para la unión, el perdón y la esperanza. Esta última, especialmente, porque el recorrido del año parece haberla ido desdibujando.
Venimos de meses cargados de noticias poco gratas, teñidas de luto y violencia. Son hechos que duele cubrir, pero que deben hacerse visibles, porque el horror necesita ser expuesto para poder enfrentarlo. Ha sido un periodo marcado por tragedias que han atravesado comunidades, territorios e incluso pequeñas familias. Por eso, llegar a esta fecha no es solo cerrar un calendario: es un acto profundo de resiliencia.
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Aunque no hayamos sido actores directos de la desdicha, debemos ser empáticos y reconocer ese dolor. Por eso, más que concentrarnos en las grandes celebraciones, donde el licor y la comida no faltarán, la música subirá de volumen y la emoción por los regalos crecerá hasta la Nochebuena, es importante detenernos un momento para dar las gracias.
Gracias porque es diciembre y estamos vivos.
Gracias porque tenemos a alguien: familia, pareja o amigos.
Gracias porque, de alguna manera, habitamos el corazón de otra persona.
Y si cree que no es así, conviértase usted en ese alguien para otro.
A pesar de que internamente veamos el paisaje nublado, somos bendecidos de algún modo. Por eso, este 7 de diciembre, el día en que tradicionalmente se da apertura a la Navidad en Colombia, encienda una velita y pida un deseo.
Un deseo por usted y por quienes no conoce; por quienes libran batallas personales e incluso ajenas.
Un deseo para que todo mejore.
Un deseo por el desarme, no solo de las manos, sino también de los corazones,.
Un deseo para que los titulares se llenen de celebraciones, buenas nuevas y noticias que alegran.
Más allá del anhelo material que trae diciembre, centremos el deseo en un mejor escenario: que la luz de cada velita ilumine el regreso de la esperanza perdida. Porque, al final, la Navidad no es solo una fecha marcada en el calendario, sino una invitación a recordar que aún somos capaces de sembrar luz en medio de cualquier oscuridad.
Cada pequeño gesto, una palabra amable, una llamada pendiente, una mano extendida, un hombro para llorar, se convierte en una forma de hacerle frente al dolor colectivo. Y aunque este año haya parecido más pesado que otros, también nos ha recordado que la solidaridad sigue viva. Por eso, más que aferrarnos a la incertidumbre, vale la pena creer que aún podemos construir un mañana distinto, porque la esperanza puede parecer frágil, pero es totalmente luchadora.
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