Valeria | Editorial

- Publicado en Sep 07, 2025
- Sección Columnistas

En Colombia, el dolor está presente de diferentes formas y parece encontrarse en un estado permanente. En las últimas semanas la angustia fue mutua y la esperanza arrancada: Valeria Afanador, una pequeña de tan solo 10 años, estuvo 18 días desaparecida y fue hallada sin vida.
Los hallazgos forenses, al menos, ofrecieron un respiro; su cuerpo no presentaba signos de violencia, aunque sí señales de ahogamiento, lo que permite entender que a Valeria no la lastimaron. Sin embargo, el resultado sigue siendo desalentador, porque la menor ya no está entre nosotros.
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Su pequeño cuerpo flotaba en el río Frío, ubicado en zona rural de Cajicá, Cundinamarca; un afluente que colindaba con el colegio en el que estudiaba la niña, un lugar que debía ser responsable, más allá de su enseñanza, de su bienestar.
¿Cómo es posible que un día dejes a tu hija al cuidado de un centro educativo y no vuelvas a verla hasta días después, dentro de un ataúd? Es un hecho totalmente irresponsable. Al parecer, los niños no están seguros en ningún lugar.
Valeria era una menor con síndrome de Down, una discapacidad cognitiva; resultaba más que lógico que el personal docente debía estar más que pendiente de ella: de lo que hacía, de cómo actuaba. Las grabaciones de las cámaras que registraron los momentos antes de su desaparición la muestran sola, sin un adulto responsable a su cuidado.
La historia pudo ser distinta, pero terminó siendo parte de la cifra de menores que no pudieron cumplir la frase “cuando sea grande…”. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, entre enero y julio de 2025 en Colombia han muerto 1.053 menores de edad en diferentes circunstancias: 370 por homicidio, 287 en medio de eventos de transporte, 225 de manera accidental y 171 por suicidio.
Queda claro que Colombia no es un espacio seguro para ser niño, para vivir una infancia libre de peligros. Protejamos a nuestros menores, estemos siempre alertas y seamos un escudo de defensa para ellos; no importa que no seamos padres, alguna vez fuimos niños y, en nuestras breves memorias infantiles, en ningún momento quisimos sufrir, desaparecer o no volver. Las infancias deben ser prioridad de todos.
Que no se haga costumbre abrir nuestras redes sociales y, al deslizar, encontrarnos con una imagen de “se busca”, “¿la has visto?”, “desapareció…”. Muchos de ellos regresan a casa sanos y salvos; otros, como la pequeña Valeria, no.
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