Y el gringo… | Opinión

Un momento difícil atraviesan los países de la región. Las acciones de fuerza que el gobierno de Estados Unidos, en cabeza del republicano Donald Trump, promueve advierten un estado de alerta a escala global.

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Reeditando la política del «gran garrote» de Theodore Roosevelt, el mandatario de marras ha hecho sentir el poderío militar y económico del que goza para imponer los intereses de los sectores políticos y económicos privilegiados de su país. Teniendo en la fuerza su único argumento, Trump, cual patán de barrio, impone aranceles económicos a todas las naciones sin importarle los acuerdos bilaterales de comercio suscritos previamente; cambia, de manera unilateral, el nombre del Golfo de México por el de «Golfo de América»; amenaza con anexarse Groenlandia y Canadá; expulsa, atados de pies y manos, a latinos residentes en su país; bombardea lanchas en aguas del Caribe sin preocuparle en lo mínimo el derecho internacional humanitario; advierte que invadirá a Venezuela porque no gusta de su mandatario… En fin, todo un dossier de barbaridades que podría hacerse extensísimo en casos y detalles.

Toda esa soberbia del coloso del norte se ajusta a lo que Trump —hasta hace poco, aspirante al Premio Nobel de Paz— ha definido como su aspiración suprema: «Hacer grande a América otra vez» (en donde el significado de “América” es igual a Estados Unidos). El costo de ese capricho, medido en sangre y humillación, es pagado por las naciones allende el Río Bravo, sometidas desde el temprano siglo XIX a las pretensiones imperialistas que han significado invasiones, saqueos y sometimientos. Lo advirtió Simón Bolívar en 1829: «Los Estados Unidos de América parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias a nombre de la libertad».

Que esa historia no se repita debe ser un propósito colectivo. A la soberbia imperial, los pueblos del Caribe y Latinoamérica responderán con dignidad, unidad y solidaridad.