El arpa de Juan Pablo, eco del Llano para el mundo

- Publicado en Ago 24, 2025
- Sección La Otra Cara
El artista descubrió su talento para el arpa una noche en que unos amigos de su padre dejaron sus instrumentos en la sala de su casa. Lo que comenzó como un juego inocente terminó por convertirse en la chispa de una carrera que hoy renueva y transforma el joropo.
Por Carolina González / Especial Periódico del Meta
Todo se remonta a San Martín de los Llanos. Juan Pablo recuerda que, cuando tenía cinco años, en su hogar se armaban parrandos llaneros improvisados. Creció viendo a las personas recitar poemas, tocar instrumentos y zapatear.
Aquella noche, cuando los amigos de su papá dejaron un arpa, un cuatro y unas maracas en la sala de su casa, no pudo resistirse a la curiosidad.
“Mi papá se sorprendió mucho de ver ese acercamiento con el arpa y el cuatro. Al día siguiente, ya estaba yo en la Casa de la Cultura. Hubo química desde un principio con el arpa, una conexión”, recuerda.
Consciente de su talento y decidido a cultivarlo, apenas ocho meses después de iniciar las clases ganó su primer concurso. Desde entonces supo que tenía por delante una carrera prometedora.
Al terminar el bachillerato, se trasladó a Bogotá para estudiar música de manera profesional. No fue fácil, pues la capital le imponía otro ritmo y nuevas exigencias, pero también le abrió un mundo distinto. Esa formación se convirtió en un reto que, lejos de alejarlo de sus raíces, le permitió fortalecerlas y darle un nuevo sentido a lo que quería hacer con su arte.
Su nombre empezó a resonar con fuerza entre los llaneros, y su impecable ejecución llamó la atención de artistas de renombre. Fue así como Orlando ‘El Cholo’ Valderrama lo invitó a trabajar con él, casi “de la noche a la mañana”, sin imaginar que permanecería a su lado durante once años después de aquella llamada.
En ese camino se convirtió también en el arpista de figuras como Milena Benites y Aries Vigoth, expandiendo su horizonte al compartir escenario con artistas como Fonseca, Carlos Vives y Andrés Cepeda.
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A pesar de la gratitud hacia Valderrama por los cientos de escenarios compartidos, Rodríguez entendió que debía dar un paso más: dejar de ser “el arpista del Cholo” para convertirse en una marca propia. Ese giro empezó cuando fue llamado a la televisión nacional para tocar junto a un nuevo talento llanero: Jhon Onofre.
Más adelante, su curiosidad en este arte también lo llevó al mundo de la producción musical.
“Yo llegaba a grabar y terminaba no solo tocando el arpa, sino también dirigiendo la mezcla y la postproducción”, cuenta. Sin embargo, en los créditos aparecía solo como arpista. Esa experiencia lo motivó a forjarse como productor, hasta el punto de que hoy los artistas pueden elegir: contratarlo como músico o como productor.
Ganador del Silbón de Oro, del Festival del Retorno en Acacías, del Festival Araucano de la Frontera y múltiple campeón del Torneo Internacional del Joropo —con obras que incluso ha dedicado a su esposa, Lorena, y a sus hijos—, Juan Pablo Rodríguez se consolida como una marca internacional, un homenaje vivo a la modernidad y a la cultura llanera. Su trayectoria demuestra que la disciplina y la entrega pueden llevar más lejos que el talento, y que la innovación sigue siendo la llave que abre puertas.
El artista dice haberse inspirado en el maestro ‘Cuco Rojas’, al demostrar que el joropo no tiene una sola forma de interpretarse. La propuesta de Rodríguez mezcla ritmos, instrumentos y géneros, haciendo del arpa un vehículo capaz de transformar la percepción de la cultura llanera.
Aunque los escenarios internacionales resulten tentadores, para él no hay teatro en Nueva York que valga más que ver a sus hijos crecer en el Llano y seguir revolucionando la música para construir país.
Finalmente, con una convicción clara, asegura que su motor es el amor: por la música, por su familia —que ha sido refugio en tiempos difíciles— y por Dios.
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