Por Fernando Rivera / Ingeniero Civil

Esta semana, en uno de los tantos hechos de inseguridad que reiteradamente se vienen presentando en Villavicencio, perdió la vida Fernando Torres Marín, comerciante de la ciudad, hombre de familia, amigo de sus amigos, y quien además con su trabajo desde la Central de Abastos generaba empleo a muchas familias. 

Por supuesto, es un hecho doloroso, absurdo si se quiere, y que además nos hace reflexionar en muchos aspectos: en primer lugar, la suya fue una reacción valiente, y creo que se da por ese instinto que todos tenemos de proteger a los nuestros, Fernando perdió la vida al tratar de salvar a su esposa del accionar de unos criminales miserables para quienes la vida ajena no importa, y están dispuestos a todo con tal de lograr su cometido. 

De otra parte, este vil asesinato pone sobre el tapete la incertidumbre que nos envuelve a todos, y esa sensación de no sentirnos seguros en nuestra propia ciudad, y algunas veces ni en nuestra propia casa. No es posible que la delincuencia nos esté ganando terreno, y que sigamos normalizando lo que no puede ser normal. 

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De poco nos sirve salir a las redes sociales a mostrar nuestra indignación ante cada crimen cuando ya ha ocurrido, cuando ya es tarde; sobre todo porque nada nos devolverá la vida de las personas que amamos. Tenemos es que trabajar entre todos para evitar que suceda. 

Esto no puede seguir pasando. Algo estamos haciendo mal desde la sociedad misma. Hechos como estos solo muestran nuestro escepticismo e indolencia, y desnudan fallas gravísimas en las políticas de seguridad ciudadana. 

La tragedia nunca nos envía un mensaje anunciando que va a llegar, simplemente llega, y difícilmente nos encontramos preparados para afrontarla, y es ahí cuando solo el amor y la fuerza interior nos pueden ayudar a seguir adelante ante tanta adversidad.

Paz en la tumba de este gran hombre. Envío mi abrazo de solidaridad a su esposa y demás familiares. Dios le dé la fortaleza para superar tan difícil trance.

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