lunes, 9 de junio de 2025
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La capucha como resistencia | Opinión


La capucha como resistencia | Opinión 1
Foto: Santiago Herrera
Santiago Herrera

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En el contexto de las manifestaciones sociales, especialmente en América Latina, el uso de la capucha ha sido tradicionalmente estigmatizado por los discursos oficiales, que lo asocian con el anonimato del delito y el vandalismo.

Sin embargo, esta narrativa ignora una dimensión política crucial: la capucha es, ante todo, un acto de defensa frente a la violencia estructural y punitiva del Estado. En este sentido, portar capucha se convierte en una forma de resistencia activa frente a lo que Achille Mbembe denomina necropolítica: el poder de decidir quién puede vivir y quién debe morir.

Las tecnologías de reconocimiento facial, las listas negras y las detenciones arbitrarias configuran un aparato de represión donde la visibilidad se convierte en un riesgo. Así, cubrir el rostro no es un gesto de agresión gratuita, sino una estrategia legítima de autodefensa frente a una maquinaria estatal que castiga la disidencia.

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Mbembe señala que en las democracias contemporáneas —especialmente en contextos poscoloniales o periféricos— la lógica del poder se ha desplazado desde el simple control de la vida hacia la administración de la muerte. En este marco, la represión de la protesta, la criminalización del activismo son formas de ejercicio necropolítico. En este sentido, la capucha también es un acto de denuncia: evidencia que quienes la usan saben que sus vidas están en riesgo por ejercer el derecho a la protesta.

Más que esconder una identidad criminal, la capucha revela una condición de exclusión. Es una respuesta a la desprotección estatal, una forma de rechazar el lugar de muerte simbólica o literal que se ha asignado a ciertos sectores sociales. Se trata, entonces, de una práctica política que subvierte el orden visual impuesto por el poder.

En conclusión, la capucha en las manifestaciones debe leerse como un símbolo de resistencia. Lejos de ser un mero accesorio del anonimato violento, es una herramienta que protege la vida, desafía la vigilancia y denuncia el carácter letal del poder estatal cuando este se ejerce contra los cuerpos que se atreven a luchar por su dignidad.


Santiago Herrera

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