La forma de las ruinas | Opinión

- Publicado en Nov 20, 2023
- Sección Columnistas

Por José Abelardo Diaz Jaramillo / Doctor en Historia
Eduardo Carranza es nuestro poeta universal. Representa lo que Jorge Isaac para el Valle del Cauca, Jorge Robledo Ortiz para Antioquia, José Eustasio Rivera para Huila o José Asunción Silva, para Bogotá. Con Carranza ocurre que la grandeza de un lugar se convierte en poesía: los llanos orientales entran en las letras nacionales, gracias al poeta nacido en Apiay.
La prolífica obra en verso de Carranza, cultivada desde temprana edad y moldeada con el paso del tiempo, lo convierten en el principal referente de las letras que haya nacido en la región oriental de Colombia. De Villavicencio dijo en un verso: “Eres mi tierra, cámbulo y maíz, el pétalo continuo de la espalda, por dedos del amante suavizada”.
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No obstante, la dimensión del poeta no se ha correspondido con la apropiación de su figura y de su obra. El desconocimiento de la vida literaria, intelectual y política de Carranza es sorprendente en una ciudad que alberga su biblioteca y, ella misma, lleva su nombre.
Que sus restos óseos, según se conoció en meses pasados, hayan sido extraídos de su tumba original en Sopo (Cundinamarca) y arrumados en una bolsa en la biblioteca pública que lleva su nombre, es una manifestación cruda del lugar que esta ciudad le da a su patrimonio. ¡Que lo diga el otrora Teatro Condor!
En el poema Monumento a un recuerdo, de Eduardo Carranza, se lee el siguiente verso: “Regresar es saber que nunca se regresa”. ¿Dónde están los restos óseos de Eduardo Carranza? El mismo poeta parece responderse en un verso del poema El otro: “Ya para siempre estoy lejos de mí”.
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