La vida, sin condiciones | Editorial


- Publicado en Ago 17, 2025
- Sección Columnistas

No podemos dejar pasar en esta editorial la muerte de Miguel Uribe Turbay, un hecho que, durante toda la semana, estremeció al país. Sin embargo, no será para repetir lo obvio —que la violencia recrudece en todos los ámbitos— ni para politizar la tragedia y convertirla en combustible de precandidaturas, como algunos han hecho.
Hoy queremos hablar de la vida. De ese bien tan valioso sobre el que algunos creen tener autoridad para decidir quién merece conservarla y quién no. Y cuidado: no se trata solo de quienes empuñan balas o cuchillos para arrebatarla, sino también de quienes sellan pactos con la muerte a través de simples palabras.
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“Se lo merecía”. “Uno menos”. “Debe estar en el infierno”. Frases como estas se repiten no solo tras la muerte de Uribe Turbay, sino ante la de cualquier figura que no comparte nuestras ideas. La polarización las alimenta: desde la izquierda se celebra la muerte del de derecha, y desde la derecha, la del de izquierda. Un círculo vicioso que normaliza lo inaceptable.
¿Cuándo entenderemos que toda vida es importante? Que, incluso si la víctima pertenece al ‘bando contrario’, sigue siendo un ser humano al que se llora y se extraña en casa. Alguien a quien su familia visitó cada día en un hospital, esperando un milagro. O que tal vez no alcanzó a llegar a un centro de salud. O cuyo cuerpo aún no ha sido encontrado. Todos, sin distinción, vistieron el mismo uniforme: el de ser humano.
Celebrar la muerte de otro es ruin y mezquino. Y por más que pasen los años, parece que seguimos evaluando la dignidad de vivir según la ideología, la bandera o la creencia. Una sociedad que justifica la muerte por diferencias políticas no avanza: retrocede hacia lo más oscuro de sí misma.
Según datos de Indepaz, en lo corrido de 2025 han sido asesinados 95 líderes sociales: ambientales, culturales, comunitarios, comunales, políticos… la lista es larga. Sus diferencias pueden ser grandes, pero su final fue el mismo: pensar distinto.
Si no está de acuerdo con las ideas del otro, debata, analice, comparta un café y escuche. Si definitivamente considera que no puede simpatizar con ellas, ignore. Pero no alimente la guerra de odios. No aplauda que asesinaron a alguien: ayude a construir una Colombia distinta.
Y para finalizar, abrace mucho: a su familia, a su pareja, a ese amigo fiel, al solitario. Celebre la vida suya y la de los demás, porque es valiosísima. Y recuerde las palabras de Jaime Garzón, a quien hace 26 años las balas le impusieron el silencio: “Hay algo que existe en los colombianos: no perdemos la esperanza de hacerlo cada vez mejor”.

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