Lanzallamas, saga con poder femenino
- Publicado en Ago 23, 2023
- Sección La Otra Cara
Para llegar a vender 750 paquetes de pan de arroz al día, se necesita constancia, fe en un emprendimiento y la voluntad recia de unas mujeres al mando.
Por Melissa Céspedes / Especial Periódico del Meta
El origen de Lanzallamas, la tradicional fábrica de pandearroz, en Restrepo, se remonta a un anecdótico episodio de uno de los cuatro hijos de Edilma Zambrano, la matrona fundadora de este negocio de familia.
El pequeño Alexander se encontraba cerca del horno, cuya base era de madera y barro: “ahí se generaba carbón, eso se barría y caía sobre una caneca hecha en ladrillo, ese día se creó un incendio y como él, de chiquito, era todo chifladito, salió gritando ¡Lanzallamas, lanzallamas! por toda la casa. De esos gritos salió el nombre”, narró Ylba Nandelly Zambrano, hermana de Alex y primogénita de la señora Edilma.
Lanzallamas emplea a 25 trabajadores entre semana y 40 los sábados y domingos y es una de las empresas tradicionales en la capital salinera del Meta, pero, ¿Qué hay detrás del éxito de esta empresa? Los que la conocen de cerca aseguran que es la saga de mujeres que ha luchado por más de 20 años para mantener el bienestar de su familia.
Nandelly, a modo de recordar viejos tiempos, relata cómo han sacado adelante la empresa. Su mamá, luego de pasar por varios trabajos de campo y cansada de la explotación, buscó una forma de sacar adelante a sus hijos: “en esa época no se sabía ni cuánto era un salario mínimo, el finquero pagaba lo que quería y ella se cansó de esa situación”.
Más adelante, al llegar a la zona urbana de Restrepo con su esposo, tuvo trabajos como lavandera de ropa y vendedora de cerveza. Sin embargo, aún inconforme, buscó otra oportunidad de trabajo, creó de forma empírica la receta de su famoso pandearroz, pues como recuerda su hija, la señora Edilma preparaba la masa una y otra vez sobre una mesa de madera hasta conseguir el sabor y la textura perfecta para las rosquitas que iban luego a un horno de barro.
Nandelly, con cariño y orgullo, afirma que ha estado presente en Lanzallamas desde que tenía cinco años; repartía el pandearroz, para después ir a la escuela. Rescata la labor de sus padres, ya que, durante su infancia, veía cómo sus papás sacaban el producto a las 6 o 7 de la mañana para vender en Villavicencio, luego de que su mamá preparaba la masa, armaba y horneaba los aros, se dedicaba a los oficios del hogar mientras su papá se ocupaba en construir la casa en un terrero que con esfuerzo y sacrificio lograron comprar.
“Hicieron su casita con mil sacrificios, ellos hacían de todo, yo le decía a mi mamá que era muy guapa, muy fuerte, eso era una locura, ella embarazada, criando, con los muchachitos. Además, no teníamos nevera, ni luz había, así que la materia prima tocaba conseguirla todos los días para que no se dañara”.
En medio de ese delicioso olor a pandearroz fresco, recién salido del horno, Nandelly habla sobre la personalidad recia de su mamá Edilma: “salió adelante gracias a la berraquera, la constancia y la perseverancia, ha sido una mujer muy fuerte, a pesar de tanta adversidad ella ha sido la líder y mi papá le copia, la apoya, él también es muy trabajador”. De igual forma, dice que, aunque la matrona no era muy buena para administrar el dinero, siempre tuvo como principal objetivo vender sus productos de la mejor calidad.
“Desde que mi mamá inició, las demás señoras vendían el pandearroz en sus casas, pero ella no, ella quería algo más central, buscó un local alquilado, le iba muy bien con sus ventas, pero no era muy buena para invertir, pasó a una esquina y duró ahí 25 años, luego de eso pudo comprar un lote”, recuerda la heredera de la tradición.
A Nandelly le enorgullece ver el fruto del trabajo de sus padres y piensa heredar el secreto gastronómico a su hija y prontamente a su nieta. Entre risas manifiesta la saga como un matriarcado, ya que, con la muerte de uno de sus hermanos, sus sobrinas mujeres son quienes han seguido adelante con otra sede de Lanzallamas, en Restrepo.
De igual forma, su hija le ha puesto otro toque a la empresa, buscando nuevas oportunidades en el mundo de la pastelería, eso sí, continuando con el nombre del grito del niño en la cocina.
Con una familia liderada por mujeres y con carisma de emprendimiento, Nandelly ha cuidado y protegido el legado de sus padres. Asimismo, ella se ha empeñado en dejar una huella con sus productos, dedicándose a postres y dulces típicos de la región. Esta mujer toma sus palabras como una profecía de prosperidad y empoderamiento.
“Decimos que es el matriarcado porque las que están manejando las empresas son mujeres, ahorita son mis sobrinas, mi mamá, estoy yo, Luisa, mi hija, y ya viene la otra bebé que ya le tenemos trabajo, es el matriarcado en esta familia de pandearroz”, dice.
Ni las crisis económicas, la pandemia o las enfermedades han logrado derribar la motivación de Nandelly, por ello es que Fenalco Meta las nominó en la categoría: Toda una vida dedicada al comercio. Y aunque no ganaron, Nandelly, merece ser reconocida por llevar el premio de: Toda una vida dedicada a preservar el amor y la tradición familiar.
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