Mesetas duele | Editorial

Esta población ha sido ejemplo en el Meta de cómo se pueden transformar los estragos que deja un conflicto armado en oportunidades de futuro. Su historia no ha sido para nada fácil pues siempre el asedio de los grupos armados ilegales han sido un karma con el que deben vivir sus habitantes.

Sin embargo, Mesetas siempre tiene algo positivo por entregar: sus productos agrícolas, las ganas de florecer y ahora los hermosos paisajes convertidos en productos turísticos, reflejan bien el pundonor que tienen quienes habitan esta parte del Meta.

Lo que sucedió el miércoles de esta semana en el casco urbano del municipio, cuando ante las amenazas de las disidencias y el temor de los comerciantes estos decidieron no abrir las puertas de sus negocios, era una historia superada hace muchos años en este municipio, pero que lamentablemente volvió a ser una realidad.

Por eso duele ver la manera en la que se ha ido deteriorando el orden público. Si bien Mesetas tuvo un momento de paz tras la firma de los Acuerdos de Paz, recordemos que allí ocurrió la entrega simbólica de las armas por parte de las Farc, lo cierto es que las disidencias nunca abandonaron el sitio.

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Aquellos violentos que le hicieron un entrampamiento a la sociedad, fueron los principales instigadores contra los firmantes de paz, quienes sí creyeron en que dejando la guerra atrás se daba una oportunidad al país. Al final, tuvieron que trasladar a los excombatientes concentrados en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación, pues era inminente una tragedia mayor.

La crítica situación de seguridad en Mesetas fue uno de los temas mencionados por Carlos Ruiz Massieu, representante especial del Secretario General la ONU en Colombia, desde abril del 2023 en Nueva York, lo que demuestra que la situación ha venido en franco deterioro incluso después de la salida de los firmantes.

El control de tierras es otro de los aspectos que juega un papel fundamental no solo para los cultivos de uso ilícito y el narcotráfico, sino en temas de propiedad; recordemos que allí, hace tres años, también sucedió la masacre de los reclamantes de predios y la comisión de la Unidad de Restitución de Tierras.

En todos los casos, desde que fue usada como escenario de guerra, luego como zona de distensión, más adelante como refugio de los excombatientes, y ahora que se reactivan los violentos, se nota un Estado indolente. Se esperaba que al cabo de los años se tendiera la mano a una población hastiada de violencias, pero como dijo un operador turístico esta semana a Periódico del Meta, “aquí han tratado de cambiar todo para que nada cambie”.