Patriotismo y fanatismo | Opinión

La efervescencia del fútbol, el deporte más popular del mundo, genera un sin número de sentimientos de aquellos simpatizantes que siguen de cerca el escudo de una camiseta, sea la de un club o la de nuestra Selección Colombia.

En la calle solemos escuchar frases como: “yo por mi país hago lo que sea” o “por mi selección y mi patria me hago matar”, y al final sabemos que es la euforia envuelta en un papel muy delgado de alegría, que al final termina rompiéndose. Eso fue lo que pasó con miles de desadaptados en el estadio Hard Rock, de Miami, el domingo pasado, durante la final de la Copa América.

Se trató de vándalos y salvajes que se camuflaron con una camiseta para justificar lo que realmente llevan por dentro reprimido: sus desórdenes mentales, sus odios, sus frustraciones y su analfabetismo social que son transfronterizos, como lastres atados a sus equipajes, sin importar las consecuencias.

Entonces, ¿son unos verdaderos patriotas? Creo que después de lo del domingo se ratifica que esta línea delgada del amor y la pasión por el fútbol se pasa rápidamente al fanatismo enfermizo, que termina dejando mal parado a todo un país que lucha y puede vivir la fiesta en paz.

Lástima por aquellos que realmente hacen patria más allá de las fronteras; los que madrugan a trabajar por sus familias; los que diariamente se esfuerzan para un mejor futuro académico para sus hijos a pesar de las pocas oportunidades; lástima aquellos que con valor tratan de sostener sus empresas y pese a las adversidades se mantienen firmes izando la bandera en su país, sin pasar por encima de nadie, ni vandalizar. Ellos, sin la efervescencia de un partido de 90 minutos, muestran su verdadero amor por la Patria.