10 de septiembre | Editorial

Esta es la fecha en la que cada año se conmemora el Día Internacional de prevención del suicidio, uno de los males que más aqueja la salud pública en el mundo y en el que el Meta ocupa de las más altas tasas del país.

Hasta el año pasado, nuestro departamento tenía una tasa superior a 7,1 por cada 100.000 habitantes, según cifras del DANE; es decir, cifras por encima de regiones como Antioquia o Cundinamarca.

En esta zona del país las muertes autoinfligidas son tan reiteradas que a finales de marzo de este año se presentaron dos casos en diferentes barrios de Villavicencio el mismo día: una mujer de 21 y un hombre de 24 años decidieron acabar con su vida.  

Tan grave como la muerte por violencia en las calles o  por la inseguridad o las disidencias en el campo, es que jóvenes entre los 20 y 24 años (promedio de edad de las víctimas de suicidio) deciden acabar con sus vidas. 

A esto se suman las problemáticas de salud mental y las estigmatizaciones alrededor de estas enfermedades.  Edwin Herazo, director del Instituto en Salud del Comportamiento Humano de la Universidad Nacional de Colombia considera que “desde antes de la pandemia, en Colombia las personas han tenido que omitir que tienen problemas de salud mental, si están en tratamiento o si están recibiendo algún tipo de apoyo psicosocial, porque tradicionalmente eso se puede convertir en un elemento que no permite que los seleccionen para un cargo o un ascenso; incluso ocurre en los procesos de admisión de algunas instituciones académicas”.   

Los riesgos de depresión y ansiedad aumentaron 3 veces durante la pandemia. El 44,7 % de nuestros niños tienen indicio de un problema de salud mental, lo que hace que requieran de una valoración por un profesional entrenado. 

Por eso es “es imprescindible normalizar los trastornos mentales. Nadie se metería con otra persona porque tiene gripe, por ejemplo, porque se entiende que es algo que te viene de fuera y tú no lo has provocado, pero con trastornos mentales como la depresión se tiene la idea de que es el propio paciente el que se lo provoca, o el que no es capaz de salir de ahí porque es débil”.

Ahora que se lanzan propuestas por parte de quienes aspiran a dirigir los destinos de municipios y del departamento, sería un buen momento para escuchar sus planteamientos, pues evidentemente el suicidio y la salud mental tiene que ver con la salud pública en las comunidades, una problemática que prefiere seguirse manteniendo como si no estuviera ocurriendo ante nuestros ojos.

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