La tensión que ‘rompió’ El Dique

La lucha entre facciones delincuenciales, además de la llegada de la Fuerza Pública, ha puesto más tensa la situación en este estratégico corredor de la ciudad.

Imagine que un grupo de peligrosos delincuentes que controla el negocio del microtráfico, y gran parte de las motos y objetos robados de la ciudad, debe replegarse porque una banda más grande y sanguinaria quiere, a sangre y fuego, apoderarse de sus barrios y de todo.

Eso es lo que ocurre en El Dique, en donde los delincuentes colombianos, que por décadas han dominado a su antojo esa parte de las comunas 3 y 4 de Villavicencio, ahora a bala y cuchillo se pelean el control territorial y los negocios con criminales venezolanos, quienes están acostumbrados a hacer las cosas a su estilo.

Lo que llaman El Dique es una franja de tierra en la margen derecha del río Guatiquía, que separa el casco urbano de la ciudad de la ribera de este afluente, a lo largo de unos 4 kilómetros. Es un corredor estratégico por donde se puede transitar entre barrios como Brisas del Guatiquía, Industrial, Santa Fe, El Danubio, Villa Suárez y Jordán. Quien tiene dominio sobre este borde, puede tener una movilidad amplia entre el norte y oriente de Villavicencio.

Más de 80 capturas, armas decomisadas y desplazamientos dejan operativos en El Dique

El temor entre los habitantes es latente. Nadie lo dice abiertamente, pero las bandas que se enfrentan son los hombres de El Diablo unido a otros colombianos, contra los venezolanos de El Tren de Aragua, quienes han querido infundir el miedo con amenazas de torturas y algunos crímenes selectivos.

“Yo vivo hace 10 años en este sector y nunca había pasado una tensión así. Aquí los venezolanos vinieron a dañar todo porque uno sabía quién era quién y respetaban a la gente del barrio, pero ya no”, asegura una señora que sale a tomar el sol frente a su casa, con sus dos nietos, mientras pasan la Policía y el Ejército. “Hasta a los niños los amenazan”, dice.

Al lado y lado de El Dique se ven casas destruidas. Las autoridades han arrasado con las viviendas que eran usadas como cambuches o caletas de objetos robados o incluso donde escondían personas secuestradas.  Los vecinos han tenido que convivir en medio del temor, pues según afirman, los venezolanos que se han ido eran personas trabajadoras, “pero aún quedan los violentos”.

“Nuestro miedo es que la Policía y el Ejército se vayan y quedamos en medio del fuego cruzado”, dijo una de las mujeres que le salió al paso al alcalde, en una de los operativos de estos días.

Más de 87 personas han sido capturadas, 26 de ellas por tráfico de estupefacientes, y una por homicidio, además de 17 automotores robados.

“Aquí hay una institucionalidad que garantiza los Derechos Humanos. La administración municipal ha coordinado a las entidades y resaltamos la buena labor de la Policía, el Ejército y la FAC”, dijo el alcalde, Alexander Baquero.

Uno de los retos será sostener en el tiempo una operación de esta envergadura, pues se necesitan recursos y hombres de manera constante para hacer presencia en el área. El mandatario municipal ha dicho que además de Fuerza Pública, se realizarán intervenciones sociales y lúdicas, con jornadas de salud y oferta institucional para generar confianza de los habitantes.

Además, fuentes de inteligencia han dicho que este tipo de enfrentamientos suele generar desplazamientos de los delincuentes hacia otros sitios de la ciudad, por lo que las autoridades hacen labores de prevención en sectores como Porfía y Trece de Mayo para evitar que las luchas  intestinas entre delincuentes afecte otras zonas.