Roque Zolaque: la historia de un joven estigmatizado en Restrepo

En las tranquilas calles del municipio de Restrepo, Meta, reside un legado de fe que ha perdurado a lo largo de los años, marcando la historia de la comunidad de la Inmaculada Concepción.

Este legado está encarnado en la figura de Roque Jacinto Zolaque, un joven cuya vida se convirtió en un símbolo de devoción y misterio para muchos.

Según relatos recopilados por Periódico del Meta, el padre Luis Fernando Duque, miembro de la comunidad religiosa a la que pertenecía Zolaque, compartió la impactante historia de cómo este joven recibió los estigmas un 13 de octubre de 1994.

En palabras del padre, Zolaque experimentó la aparición de San Miguel Arcángel en el oratorio, quien con su espada atravesó sus manos y pies, sumiéndolo en un estado de dolor y éxtasis espiritual.

“Del dolor, se desmayó. Solo nos dimos cuenta a la mañana siguiente cuando uno de los hermanos subió y lo encontró tendido en el piso y con estas heridas. No se explicaba. No entendíamos“, relató el padre Duque.

A pesar de la confusión inicial y las interrogantes sobre el motivo detrás de este fenómeno, Zolaque permaneció sereno y en constante oración, contó el padre.

Por su parte, María Silfarid Sarmiento, amiga cercana de Zolaque, compartió con PDM sus impresiones sobre su personalidad y su experiencia espiritual, destacando su sencillez y devoción.

Para Sarmiento y muchos otros, los desmayos de Zolaque durante la experiencia de los estigmas eran un enigma, desconociendo en aquel entonces la naturaleza espiritual de lo que él vivía.

“Roque vivió 17 meses estigmatizado, pasó solo una Semana Santa donde recibió 27 veces la corona de espinas el viernes santo. Él entraba todos los jueves a vivir la pasión de cristo en su habitación, lo cuidaba su amigo Omar Salgado, pero vivía cada ocho días esa pasión de cristo muy duro, lo que era el viernes, era peor”, contó a PDM la señora Farid.

Los testimonios recopilados también incluyen el relato de la médica general Claudia Mejía, quien examinó a Zolaque en sus últimos meses. A pesar de condiciones médicas preocupantes, como una hemoglobina extremadamente baja, Zolaque mantenía una vitalidad sorprendente, desafiando las explicaciones científicas convencionales.

“Me llamó mucho la atención que tenía un soplo en su corazón y tenía signos de cicatrices en su espalda como si se hubiese flagelado y en su frente como puntos de sangrado que al revisarlo bien era de la corona de espinas“, dijo la doctora.

Y añadió: “Le hice exámenes y en términos normales, todo estaba bien. Lo único que siempre me impactó fue su cuadro hemático porque tenía la hemoglobina de 2.9 con hematocrito de 27. Muy bajito. Resultados incompatibles con la vida porque después de una hemoglobina de 7.0 toca hacer transfusión de sangre. Pero él estaba sentado hablando conmigo y no se fatigaba”. 

De acuerdo con la doctora, científicamente nunca se le encontró por qué sangraba los viernes y por qué no necesitaba de oxígeno. “Sus heridas en las manos, nunca durante los seis meses que atendí a Roque, se cerraron o se infectaron y solo sangraban en el momento que vivía la experiencia“.

Según el testimonio de Doña Farid, Roque mantenía sus manos cubiertas en todo momento, siguiendo la voluntad divina que restringía la curiosidad sobre sus estigmas.

Durante sus experiencias místicas, una maleta cargada de ropa y sábanas empapadas en sangre descendía para ser testigo del fenómeno. Lo asombroso era el aroma a rosas que emanaba de esta sangre, un detalle inexplicable que desafiaba las leyes de la naturaleza, ya que nunca cogía mal olor. 

La habitación de Zolaque, hoy convertida en oratorio en la Casa Cural de Restrepo, Meta, es testigo silencioso de su legado. Entre los objetos sagrados y recuerdos, se encuentra una carta que Zolaque escribió a su amiga Victoria, quien ahora es la secretaria de la Casa Cural. “Él llegaba a las familias a transformarlas“, dijo Victoria a PDM.

El 25 de marzo de 1996 marca el punto final en la vida terrenal de Roque Jacinto Zolaque, un día que quedó grabado en la memoria colectiva de la comunidad de Restrepo, Meta.

Su fallecimiento, envuelto en un halo de misterio y devoción, careció de una autopsia que pudiera arrojar luz sobre los enigmas que rodearon su existencia. Aquellos que asistieron a su velorio quedaron impresionados por la presencia abrumadora de mariposas, un fenómeno que desafió cualquier explicación científica.

“Cuando murió ya no habían llagas, estaban las cicatrices. El señor las sanó, de un día para otro, el señor las sanó“, dijo el padre Duque.

Vea aquí el informe completo de Periódico del Meta, sobre la vida de Roque Jacinto Zolaque