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Salinas de Upín: gloria, decadencia y ahora patrimonio


Salinas de Upín: gloria, decadencia y ahora patrimonio 1
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Redacción PDM
  • Publicado en Mar 25, 2023
  • Sección Región

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“Edificaciones en deterioro, soledad, y caminos llenos de maleza, hacen parte del estado actual de las Salinas”.

Por Lina Herrera / Especial Periódico del Meta

Lo que más me conmovía era cuando había quemados… era duro; uno les daba esa voz de aliento a ellos, pero era muy berraco. Era seguido, se usaban zapatos especiales de 3 o 5 centímetros de alto, lo que llevaba a que se pisara mal, y los operarios se iban al fondo del horno encendido”.

Así recordó, casi entre lágrimas, José Gabriel Buitrago, un exminero de las Salinas de Upín, los momentos más amargos de su paso por lo que considera el trabajo que le marcó la vida. Cuando alguno de sus compañeros quedaba herido por las quemaduras, en el proceso de evaporación, su mente grababa un recuerdo indeleble.

Se considera ‘Hijo de las salinas’, al haber nacido, crecido, y trabajado la mayor parte de su vida en aquellas minas de Restrepo que en el pasado acogieron y brindaron oportunidades laborales incluso a personas de municipios cercanos que sintieron el interés de crecer económicamente entre yacimientos de sal que hoy reposan bajo el agua.

Para empezar a hablar de estas minas, hay que remontarse a la época precolombina cuando los indígenas guayupe se asentaban en aquellas tierras que ahora hacen parte del municipio salinero. Esta comunidad descubrió el origen de la sal en esta zona, la aprovechó como consumo, y también vio en ella un método de comercialización, realizando trueques con comunidades cercanas como los muiscas, quienes bajaban desde Cundinamarca para realizar el intercambio, y obtener el mineral que era entregado en grandes trozos.

No se puede conocer con exactitud el destino que tuvieron los guayupe asentados en las Salinas. Según una investigación del comunicador social Oscar Pabón, llegando a la época de la República, el Estado tomó pertenencia del territorio minero.

En junio de 1906, el General Rafael Reyes, quien era presidente, ordenó crear una colonia penal, en tierras que el colonizador Emiliano Restrepo Echavarría había donado. Allí, aproximadamente 80 presos provenientes de la Guerra de los Mil Días, pagaron su condena mediante trabajos forzados y ampliaron la mina de sal.

En el año 1913 iniciaron las obras para abrir un socavón con un aproximado de 70 metros de profundidad. Al darle punto final a su condena, varios de los prisioneros se quedaron viviendo y trabajando en el lugar, conformando poco a poco el municipio de Restrepo en el año 1918, nombrado así en homenaje a Emiliano.

Cuenta la investigación de Pabón que con un municipio ya formado, y un socavón que facilitaba los métodos de extracción, las Salinas de Upín se convertían en un atractivo laboral para los metenses. Fue administrada por el Banco de la República en el año 1931, y tiempo después, en 1970, la toma el Instituto de Fomento Industrial (IFI).

Llegar a Salinas era similar a visitar un pequeño pueblo. Las jornadas laborales que iniciaban desde temprano, y la distancia entre el casco urbano de Restrepo, hizo que los trabajadores y sus familias vivieran allí, eso sí, en las mejores condiciones posibles: cada minero tenía a su disponibilidad un apartamento con elementos, si tenían hijos, estos podían ingresar a la escuela de Salinas, además, había personal médico, y estilista. Solo era necesario dirigirse al pueblo para abastecerse de víveres.

No se puede tener una cifra exacta del total de trabajadores que pasaron por Salinas, pero puede que entre esos rostros de algunos que conocemos, y otros que no, compartan grandes memorias de su paso por aquellas minas.

Entre gotas de sudor, quemaduras y agotamiento por las jornadas laborales, también se encontraban los momentos de risa, picardía y compañerismo. Hay dos maneras de referenciar a aquellos salineros, una es por su nombre y apellido, y la otra es por el ‘alias’ que cada uno obtenía por parte de los demás trabajadores al poco tiempo de haber ingresado a laborar.

“La Bruja, Papujo, y Topocho, eran algunos sobrenombres impuestos entre bromas y risas. En el desarrollo de las tres jornadas laborales: 8 am a 4 pm, 4 pm a 12 am, y 12 am a 8 am, se crearon vínculos de amistad, y una unión entre trabajadores que convertía la mina en un hogar”, Gregorio Guativa, otro de los mineros que pasó por allí.

Gran parte de estos trabajadores obtuvo su jubilación gracias a Las Salinas, antes del modelo pensional de César Gaviria. Al trabajar en las minas se podía obtener la pensión a cualquier edad. Hoy en día dan testimonio de cómo los sueldos ganados, contribuyeron a la estabilidad que ellos y sus familias tienen actualmente.

Salinas de Upín por décadas fue “el petróleo del Meta”. De otras regiones llegaban para llevar bultos de la sal, que en un tiempo se debían cargar en las espaldas. Además del consumo humano, los ganaderos llevaban grandes rocas de sal para que fuera parte de la dieta de sus reses.

Sin embargo, llegó el punto de quiebre que significó la decadencia de Salinas de Upín. En el año 2000 el negocio pasó a ser propiedad de la empresa Sales del Llano, formada por antiguos miembros de las Salinas. Las decisiones de cambiar métodos de trabajo, la privatización, y la falta de inversión hicieron que decayera la empresa. En el 2008, la empresa Salcol S.A ganó una licitación, y empezó a liderar la producción salina, pero incluso así el destino parecía que ya había jugado sus cartas: la infraestructura de la mina falló, provocando una fuga de agua en los socavones que impidió continuar con la extracción. Actualmente, la empresa trae el mineral de Manaure, y en Upín solo la comercializan.

De lo que fueron momentos de gloria, hoy solo quedan fotografías y recuerdos de sus extrabajadores. Se mantienen en pie tres hornos que se han ido deteriorando, los demás han colapsado. En las calderas aún se mantiene la salmuera de los últimos trabajos realizados allí hace unos nueve años. Los apartamentos en los que vivían y compartían los mineros junto a sus familias, están en mal estado, algunas edificaciones ya se han derrumbado o han sido invadidas por la naturaleza.

El pasado mes de febrero, Salinas de Upín fue reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial. Según Camila Arismendy, directora del Instituto Departamental de Cultura, esto no fue una decisión arbitraria: es la familia salinera, la que toma la iniciativa y busca al IDCM para que desde el área de Patrimonio Cultural se investigue y construya un acuerdo comunitario que sirva como camino para la salvaguardia del lugar”.

Aún no se ha decidido una reconstrucción, la tenencia del terreno y la practicidad de reconstruir un espacio que no se va a poder utilizar, son puntos tenidos en cuenta para la toma de decisiones. Sin embargo, los exmineros proponen la construcción de un museo industrial, planeación de rutas ecológicas, y la creación de un parque temático.

Algo en lo que concuerdan todos los salineros, es en que sus nietos, niños, jóvenes de Restrepo, y el resto de Colombia, conozcan la historia de la mina, y sepan que las Salinas de Upín dejaron huella en el territorio.

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