Acosos en universidades | Editorial

Las denuncias que han hecho algunas estudiantes universitarias sobre acoso sexual son un tema que debe ir más allá de lo anecdótico. La investigación de Periódico del Meta indica que, como sucede con las entidades públicas, las rutas de atención en las instituciones de educación superior no han funcionado y las víctimas se sienten desamparadas.

No basta con tener un protocolo que indique a las partes cómo actuar en caso de quejas; si ese documento no se pone en práctica llegado el momento, o los funcionarios desconocen su operatividad, será letra muerta, un saludo a la bandera.  Las universidades deben tener en cuenta que si las primeras denuncias se publicaron en el marco de una actividad académica, significa que las mujeres afectadas desconocían dicha ruta de atención o, como reportó la Secretaría de la Mujer del municipio, no confiaron tampoco en las directivas para resolver la situación.

Lo lamentable de algunos testimonios es que parece que en determinados casos se han normalizado tocamientos, roces o comentarios pasados de tono con las mujeres estudiantes, entre compañeros e incluso de profesores con alumnos.

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Como recomiendan los expertos, si alguien denuncia un acoso sexual lo mejor es creerle y por lo menos tomar las medidas preventivas. Ahora, es necesario entender que en todos los casos hay un debido proceso y los profesores señalados tienen el derecho a los descargos y a defenderse. Así como se han presentado aberrantes testimonios de víctimas, también hay ejemplos en donde se desacreditan profesores o personaje públicos con mentiras o narrativas falsas de los hechos, que terminan por arruinarles sus carreras.

Sin embargo, para eso deben servir las rutas de atención. Las universidades, como escuelas de investigación, deben ser las llamadas a marcar la pauta, a instruir a las entidades públicas y privadas sobre la manera de reaccionar a los acosos sexuales. No es un secreto que esos roces íntimos o comentarios de doble sentido suceden en diferentes espacios, más allá del simple compañerismo, de tal manera que lo denunciado por las universitarias apenas podría ser la punta del iceberg de lo que sucede en realidad.

Las conclusiones derivadas de varios estudios realizados en otros países, enfocados exclusivamente al acoso sexual en universidades, apoyan la necesidad de detectar e intervenir ante los casos, incluso en otros de matoneo o acoso escolar de maestros a estudiantes, así como diseñar y poner en marcha programas preventivos y de intervención.

Nada más peligroso que pasar el acoso como algo anecdótico o justificarlo.

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