COP16 sin cambio: la mercantilización de la biodiversidad | Opinión
- Publicado en Nov 05, 2024
- Sección Columnistas, Contenidos especiales
Culminó la COP16 en Cali, sin firmar el acuerdo de declaración conjunta. Esto ocurre no por falta de voluntad y de gestión de la presidenta de la COP, la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, sino por falta de voluntad de los países desarrollados que se negaron a ampliar la financiación del Fondo Marco Global para la Biodiversidad.
Los países desarrollados, responsables de la mayor contaminación, destrucción de la biodiversidad y cambio climático, están atrasados en el cumplimiento de la financiación del fondo, ya que para 2025 deben destinar $20.000 millones de dólares y apenas llevan $407 millones de dólares, que en comparación al daño mundial que provocan son apenas “migajas”.
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Ahí radican las críticas a la COP16 y a su presidenta, Susana Muhamad, ya que mantuvieron la lógica del mercado al plantear las discusiones solo en el marco de la financiación y distribución de los fondos. Se dejaron de lado asuntos cruciales para el cumplimiento de los objetivos trazados a 2030 y 2050, como la asignación de responsabilidades diferenciadas por país, la mercantilización de los recursos genéticos, la biopiratería y la necesidad de lograr que los países subdesarrollados se desarrollen, entre muchos otros.
A pesar de avanzar en los mecanismos de evaluación y seguimiento al cumplimiento del Marco Global de la Biodiversidad, en la COP se insiste en tratar a todos los países y sus empresas trasnacionales por igual, con algunos matices; asunto que facilita el incumplimiento de los compromisos mundiales con la protección de la biodiversidad. Ante compromisos iguales y países desiguales en el marco de la lucha por los mercados mundiales siempre habrá la excusa para incumplir. Es por esto que cada país debe tener responsabilidades diferenciadas de acuerdo con el daño mundial que genera.
Por iniciativa del Gobierno Petro, en la COP se creó el “Fondo de Cali” el cual busca que las empresas que usan Información de Secuencia Digital (DSI) de recursos genéticos deban transferir una parte de sus ganancias al fondo y desde éste, se transfiere de forma directa o indirecta a las comunidades afectadas, como las indígenas o locales a quienes se les aprobó la destinación del 50% de los recursos apropiados por el fondo.
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El problema con el “Fondo de Cali” por una parte es que los aportes son voluntarios y carecen de mecanismos claros de recolección, distribución y control contra la corrupción y despilfarro de los dineros. Por el otro, es que mantiene la lógica mercantil aplicada a los recursos genéticos, favoreciendo a las trasnacionales de la biotecnología, la farmacéutica y del sector agroquímico al permitir que se sigan enriqueciendo a costa de la naturaleza por medio de los DSI mientras destinan “migajas” a las comunidades y países afectados. Lo que se conoce hoy como biopiratería digital.
Lo peor de todo fue el silencio cómplice, en cabeza del presidente Gustavo Petro en su intervención y de todos sus delegados sobre la biopiratería. No pronunciaron ni una palabra al respecto y por supuesto, no realizaron ningún esfuerzo por abrir esta discusión a pesar de ser anfitriones y tener la presidencia de la COP16.
El Gobierno Nacional podía haber promovido la necesidad de hacer cumplir el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) y su Protocolo de Nagoya por todos los países, el cual tiene tres objetivos: la conservación de la diversidad biológica, el uso de sus componentes y de forma especial el reparto justo y equitativo de los beneficios derivados de la utilización de los recursos genéticos. Al no hacerlo, se promovió la biopiratería beneficiando así a países como Estados Unidos y sus transnacionales que concentran cerca del 50% de las patentes del planeta con origen en recursos genéticos proveniente de otros países, en especial de los megadiversos como el nuestro.
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Tampoco se abordó la urgencia de impulsar el desarrollo soberano de los países subdesarrollados, facilitando que aumenten su productividad y producción de bienes manufacturados que les permita crear riqueza, escalar en innovación, tecnología y ciencia. Esto, además de mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, garantiza al planeta que los países puedan transformar sus sistemas alimentarios y energéticos e inviertan en la conservación de la biodiversidad, el cuidado de sus fuentes hídricas y la reforestación de sus bosques. Posición muy diferente a la impuesta actualmente donde los países desarrollados pagan poco por contaminar mucho al tiempo que impiden el avance de los países subdesarrollados.
En definitiva la COP16 cierra sin cambio, primó de nuevo la mercantilización de la biodiversidad por parte de las transnacionales representadas en los países desarrollados y se perdió así, una gran oportunidad para avanzar de verdad en la protección de la biodiversidad. Seguimos para atrás.
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