Delfín, el eterno enamorado
- Publicado en Feb 25, 2024
- Sección La Otra Cara
Este escritor, que vendía poemas de amor cuando era estudiante, ha publicado más de 30 libros hablando de los Llanos Orientales.
Como un presagio, el día que Delfín Rivera Salcedo se casó por la iglesia con su segunda mujer, en la Catedral San José de Yopal, se despertó el volcán Nevado del Ruíz, causando la tragedia de Armero. Aquel día se marcó en la memoria de los colombianos de mediados de los ochenta y en la pareja, en especial de la desposada, quien dejó su vocación de ser monja, al caer presa de amor por Rivera.
A sus 65 años, el poeta, escritor, comunicador social, periodista y magíster en lingüística, es conocido por ser el abanderado de la llaneridad, catalogado a su vez como un eterno enamorado.
Desde que aprendió a leer a los cuatro años, en su natal Trinidad (Casanare), se apasionó tanto que entregó su corazón a este hábito como si su vida dependiera de ello: ‘‘mi madre decía cuando yo tenía 18 años que me iba a volver loco porque leía todas las noches y por eso me escondía los libros’’. Pero eso no lo detuvo, fue un aliciente para convertirse en escritor, debido a que vendía poemas y cartas de amor a sus compañeros para así comprar los libros que quería leer.
La llegada de Rivera a este mundo fue un indicio de lo mucho que amaría la tierra que lo vio nacer, y no en sentido figurado, pues su madre con tan solo 15 años, tuvo el perrenque de dar a luz en un piso de tierra y fue ella misma quien cortó el cordón umbilical, según narra.
Delfín no solo es un intelectual que ha escrito 32 libros desde el 2001, sino que además de ser miembro de distinguidas academias y recibir condecoraciones como la Orden Ramón Nonato Pérez, entre otras, también es un campesino que sabe trabajar con machete, montar a caballo, pescar y nadar con confianza en los ríos Pauto, Meta y Guacharía.
Su familia lo formó en el hombre que es hoy: ‘‘mis dos bisabuelos fueron radicales liberales partícipes en momentos históricos como la Guerra de los Mil Días, y en la guerra de 1948, cuando sucedió el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán’’. En esta última, participó también el padre de Delfín.
Y si bien, los ideales de su linaje por transformar la inequidad social no lo tentaron a usar las armas como un método de convencimiento, ‘‘sí fui un estudioso de del Che Guevara, de Camilo Torres, de Fidel Castro, de Camilo Cienfuegos, de Salvador Allende, obviamente uno tiene que empaparse de esas historias para tener una visión de lo que ha sido una transformación en el mundo, pero tomar las armas nunca estuvo en mi lista de prioridades’’. Afirmó Rivera, quien agregó que lleva marcado en el alma una máxima que le inculcó su progenitor, ‘‘la fuerza de la razón, en lugar de la razón de la fuerza’’.
Delfín recuerda con cariño que a Trinidad llegaba un avión cada ocho días con dos periódicos, el del alcalde y el profesor, su papá, el hombre que le enseñó a leer desde los cuatro años. A partir de entonces, recuerda Delfín, los habitantes de Trinidad ‘‘me organizaron en la glorieta del pueblo, alrededor de un almendrón, en la esquina del parque, y yo me convertí en la emisora del pueblo leyendo el periódico los domingos’’.
Tal vez con tres matrimonios y seis hijos, pero solo con la última esposa con quien convive en unión libre hace 23 años, sintió que hay amor a primera vista. Reside entre Trinidad, Yopal y San Luis de Palenque en donde pasa sus días leyendo, escribiendo, jugando ajedrez o ‘ganariando’.
Este triniteño considera que para sentirse llanero es necesario enamorarse. ‘‘Ser llanero es un estado del alma, es un sentimiento que nos permite a nosotros amar esta tierra, nos permite saber montar a caballo, saber lidiar con la ganadería y a pesar de eso amarla, porque a uno solo le pertenece lo que uno ama, así no lo amen a uno’’.
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