Editorial | De Kiev a Villavicencio

Imaginen vivir en Kiev y ser testigos del primer bombardeo que sufre esa ciudad desde la Segunda Guerra Mundial. Una verdadera tristeza tener, el miércoles pasado ante los ojos, ese desastre, además con la certeza de que la diplomacia había fracasado. A pesar de que han pasado tantos años con la amenaza de otra guerra mundial, no hemos aprendido nada.

Aunque sucede a miles de kilómetros de nuestro terruño, las acciones de Rusia en Ucrania ahora, por cuestiones de la tecnología, se pueden ver desde el mismo celular y hasta opinar de lo que allí sucede.

Pero esa misma simplificación del mundo paradójicamente es la misma por la que no deberíamos ser ajenos a lo que pasa al otro lado del planeta, toda vez que, como lo demostró la pandemia, el aleteo de una mariposa tiene consecuencias en un punto opuesto del planeta.

Sin el gas del que Rusia provee a gran parte de Europa, se podría generar una crisis energética en el Viejo Continente sin precedentes, con una nueva parálisis económica, para lo cual nadie está preparado y los mercados de materias primas como los Latinoamericanos, entre ellos Colombia, se vendrían de nuevo al piso.

Esto entra en el reino de la especulación, pero queda claro que ahora todos vivimos en un mundo globalizado y cualquier cosa puede tener incidencias sobre otra sin importar la distancia.

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Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hubo tiempo para aprender el dolor que causan los conflictos, pero eso no es impedimento para reiniciar siempre uno nuevo. Nos pasa a los colombianos que nos acostumbramos a vivir en la violencia y ya la legalizamos desde el vientre.

Como sucede en Ucrania, en Colombia nunca se han sanado las heridas de guerras pasadas y por eso los grupos armados ilegales o los señores de la guerra han encontrado la “carne fresca” que se necesita para continuar enredados en unas guerras absurdas. Las masacres de Siria, Afganistán, Palestina Irak y Yemen, por nombrar solo algunos también, esperan justicia, pero debe tardarse porque hay en hoy los ojos de la gente y de las redes sociales.

Sí, porque mientras se reciclan guerras, en Colombia los discursos incendiarios de los candidatos y las ambiciones de poder a costa de lo que sea, auguran malos tiempos. Ya advierten el regreso a las calles a protestar si no ganan las elecciones.

Como en Kiev, aprendimos poco de la guerra y ahora nos enfrentamos a enemigos más poderosos que tal vez no tengamos que ver cara a cara pero sí llegan a lastimarnos.

Vivimos momentos extraños en los que muchos son momentos históricos, pero también donde la muerte acecha.

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