Matoneo digital | Opinión


- Publicado en Ene 19, 2025
- Sección Columnistas, Lo Mas Reciente

El país asiste hoy al espectáculo de la polarización política en las redes sociales. Los insultos, la mentira, la desinformación, ficciones de conjuras, propaganda y manipulación, el radicalismo ideológico, el adoctrinamiento, el dividir para confundir y el odio, pasan por allí.
La polarización, un atavismo desde la Independencia cuando una vez lograda aparecen la anarquía, la ingratitud, la traición y el odio. Simón Bolívar sufrió dos atentados, uno en Bogotá y otro en Jamaica, hasta ser empujado a la muerte en Santa Marta. Saliendo de Bogotá lo insultan: “Bolivio, gusano, longanizo”, un matoneo en vivo y feroz de bodegueros de entonces al hombre de la libertad que hoy proclaman espuriamente quienes dividen países.
La intolerancia alimenta la polarización desde tiempos ancestrales. El general Rafael Reyes, siendo presidente, no toleró la oposición y de manera dictatorial apresó a sus opositores en el congreso y los desterró a los llanos de Orocué, en Villavicencio pasaron un tiempo con rumbo a su obligado destino. Exiliados a la fuerza.
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La polarización actual es obviamente más sofisticada, pero igual de peligrosa para la democracia. El odio que allí se provoca y que se expresa en las redes puede pasar al linchamiento y a incendiar el país, como ya amenazan. Sindéresis, moderación y responsabilidad democrática es lo que se espera de quienes lideran el país.
No más mentiras en discursos y redes. La pensadora alemana Hannah Arendt decía que “mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que ya nadie crea en nada. Un pueblo que ya no puede distinguir entre la verdad y la mentira no puede distinguir entre el bien y el mal”. Una perversidad política.
No conviertan al país en un país de mentiras y de enemigos por radicalismos. No pateen la cultura del diálogo, los consensos y la autocrítica. Respeten y lean el país, las regiones y la sociedad. Dejen bajar a Simón Bolívar ‘tranquilo al sepulcro’, que quería hacerlo si cesaban la anarquía y la desunión.

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