viernes, 29 de marzo de 2024

Personas que hacen cosas extraordinarias por Villavicencio (I)


Personas que hacen cosas extraordinarias por Villavicencio (I) 1
Orlando Rojas hace cosas extraordinarias por Villavicencio.
RP
Redacción PDM

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En los 182 años de Villavicencio, Periódico del Meta rinde un homenaje a las personas que dedican parte de su vida, incluso arriesgándola, para hacer de la capital del Meta una mejor ciudad, sin ningún interés más allá que servir y ayudar a los vecinos.

 Un ejemplo de aprendizaje después del conflicto

Por Sebastián Mojica

Especial para Periódico del Meta

Solo, desplazado, con un paso por la cárcel y hoy por hoy rebuscándose lo del día a día, a Orlando Rojas aún le queda esperanza en el corazón.   Su vida pasó de raspar coca para mantener a su familia, a trabajar en la transformación social de su comunidad.

Con 56 años de vida, dicta clases de manualidades a niños vulnerables del barrio Villa Suárez de Villavicencio, con la esperanza de ayudar a que se alejen del delito y tengan un futuro diferente: “fui víctima del conflicto armado y por falsos señalamientos estuve parte de mi vida en prisión, por eso quiero que mi pasado sirva como una voz de aliento”, dijo Orlando.

El barrio Villa Suarez ha sido un lugar crítico a raíz de la delincuencia, la pobreza de sus habitantes y la incertidumbre de muchos de los jóvenes que allí viven.  Mientras Rojas prepara el almuerzo en su casa, muy cerca del sector conocido como El Dique, cuenta parte de su vida, pero también las actividades que realiza gratuitamente a niños entre los 5 y los 12 años.

“Algunos días a la semana pintamos, una profesora que sabe flauta les enseña algunas notas, y de vez en cuando les enseño palabras en inglés, para que no lleguen tan mal cuando les pregunten en la escuela. No sé hablar inglés pero les enseño lo que sé”, dice Orlando.

Al pasar dos veces en prisión, vivir lejos de su familia y perderse el crecimiento de sus hijos, Orlando siente que fue mucho el tiempo que desperdició, luego de ser acusado injustamente por un sistema que lo amedrantó y lo expulsó como un criminal: “la cárcel es un sitio donde se tiene todo el tiempo para reflexionar y aprender cosas, hay que saber aprovechar ese espacio; decidí entrar en talleres para aprender manualidades, artesanías y demás, mi vida no podía acabarse por el encierro”, afirma.

Esas habilidades para manejar herramientas, son las que le permiten hoy hacer algunas artesanías y sobrevivir, mientras se rebusca materiales como pinturas, cartones, temperas y brochas para darles clases a los niños que van hasta su casa para aprender o solo pasar el tiempo.

Con lágrimas y la voz quebrantada, Rojas recuerda lo difícil que ha sido la vida luego de salir de prisión; su esposa lo abandonó y sus hijos se marcharon de su lado, sin dejar un contacto o una señal que le permitiera volver a saber de ellos.

Ese dolor de no tener familia, como varios de los niños que ayuda en Villa Suárez, es lo que lo impulsa cada día a buscar la manera de brindarles ratos amenos al grupo de niños, algunos de los cuales ya han perdido a sus padres en medio de la delincuencia o por venganzas.

“No podía permitir que mi familia me viera en prisión, los perdí totalmente… cuando salí, mis hijos ya estaban grandes, con otro pensamiento. Una anécdota que marcó mi vida y me ha hecho pensar en lo difícil que se ha tornado mi futuro últimamente”, manifestó Orlando.

Aunque maneja entre 10 a 15 niños, admite que ha sido duro convivir con este contexto: niños sin padres, en ocasiones sin alimento y rodeados de vicios. “Yo solo espero brindar parte de mi experiencia en el crecimiento de estos jóvenes, para evitar que cometan errores y desperdicien el mundo de vida que les espera”, sostuvo Orlando, más conocido como ‘El Profe´ por la comunidad del Dique.

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Orlando Rojas, organizando el espectáculo.

 

Imagen del abandono

Villa Suárez es un lugar donde se siente la intimidación y se percibe la escasez, sin embargo, Rojas está convencido que es más la gente que hace el bien, lo único que se necesita es conocer directamente a las personas y notar la humildad que rodean a estos hogares.

“El respeto me lo gano por mis acciones, mi gestión social ha sido un reconocimiento para que los demás vean mis intenciones, yo no vengo hacerle daño a nadie, solo quiero inculcar un pensamiento de paz y alejar a los chicos de ese círculo vicioso que promueve la delincuencia”, dice Rojas.

Niños que corren a sus casas atemorizados, motos transitando a una alta velocidad huyendo de las autoridades, escándalos, riñas y demás, son parte del día a día que vive este sector donde las drogas y las armas son pan de cada día. Aquí, escuchar disparos que retumban y gente gritando es parte de la normalidad.

De momento, Orlando Rojas Marizancen espera continuar con su proyecto, donde su vejez no es lo más esencial, por el contrario, considera importante la huella que puede dejar en la comunidad. Sin recursos, pero con la motivación vigente, este hombre desplazado por el conflicto seguirá trabajando por el bien de los niños; en medio de su humildad y valentía, Orlando cumple con una gestión que, para él, ha sido la mejor iniciativa para la transformación social.

En la conmemoración de los 182 años de nuestra ciudad, esta es una de las personas que hace cosas extraordinarias por Villavicencio.

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