lunes, 23 de junio de 2025
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Política de máscaras | Editorial


Política de máscaras | Editorial 1
Redacción PDM

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En el teatro de la política, las apariencias suelen ser el guion principal. La reciente revelación de una conversación amistosa entre Katherine Miranda y Armando Benedetti, publicada por El Espectador, tras haber protagonizado enfrentamientos, no solo expone la dualidad de los discursos públicos y privados, sino que también pone en evidencia una práctica común en la clase política: la desconexión entre lo que se dice y lo que realmente se hace.

Este fenómeno no es exclusivo del ámbito nacional. En las regiones, mientras los seguidores de ciertos líderes políticos se enfrascan en ‘batallas épicas’ en redes sociales, chats o incluso de manera presencial, defendiendo con fervor a sus “mesías” y atacando a sus “rivales”, sus líderes negocian alianzas que responden más a intereses particulares que al bienestar colectivo.

Un ejemplo reciente lo encontramos en la alianza entre los exalcaldes Wilmar Barbosa y Felipe Harman, quienes, se han enfrentado en diferentes momentos por lo que cada uno hizo o dejó de hacer al frente de su administración municipal, cada uno desde orillas ideológicas opuestas.

Sin embargo, según los corrillos políticos y las fotografías que han dejado ver sus redes sociales, los acercamientos entre ellos dos ya habrían acordado reparticiones burocráticas con miras a las elecciones al Congreso de la República, tratando de inhibir a contradictores comunes. Algo así como “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”.

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Es clave que los electores comprendan que, en muchos casos, los líderes políticos no son más que actores en un escenario donde el guion lo dictan sus intereses personales. Las alianzas estratégicas,
los pactos de conveniencia y las amistades que se revelan tras bambalinas son recordatorios de que la política, tal como se practica hoy, está lejos de ser transparente.

La ciudadanía tiene el poder de exigir coherencia y responsabilidad, que es lo que se le reclama a los gobiernos de turno, pero en especial al actual gobierno de Gustavo Petro, quien prometió un
cambio en la forma de hacer política y ha demostrado que actúa con iguales intereses “a quienes han gobernado desde hace 200 años”.

De cara a las próximas elecciones, es hora de que dejemos de idealizar a los políticos como salvadores y empecemos a evaluarlos como servidores públicos, sujetos a escrutinio y rendición de cuentas, algo que no les gusta mucho, sea quien sea.

Solo con un ejercicio ciudadano así, podremos transformar un sistema que, por ahora, parece diseñado para perpetuar los intereses de unos pocos en detrimento de la confianza y amenaza de los cimientos de una democracia que va carcomiendo el populismo.


Redacción PDM


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