¿Por qué Villavicencio se enamoró del cine mexicano? Un repaso histórico y cultural

- Publicado en Abr 06, 2025
- Sección Entrevistas, Lo Mas Reciente
“El conocimiento de la historia debe ser un derecho de la ciudadanía, pero la sociedad también debería comprometerse a conocer mejor su historia”.
Por Jhon Moreno
Junto a la investigadora Nancy Espinel y Jane Roush, que ha escrito cinco libros de historia del Llano, José Abelardo Díaz Jaramillo (J.D.) es uno de los académicos que más se ha dedicado a la historia de Villavicencio con una perspectiva sociológica.
Con un doctorado en Historia de la Universidad Nacional de Colombia; licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional; estudios en Sociología de la Universidad Nacional Díaz Jaramillo hace parte de la Asociación Colombiana de Historiadores y de la Academia de Historia del Meta, es uno de los historiadores llaneros que más ha escudriñado en el pasado reciente de la capital del Meta.
Colaborador habitual de nuestras páginas de opinión, Periódico del Meta (PDM) dialogó con Díaz, a propósito de los 185 años de Villavicencio, para conocer qué aspectos interesantes tiene la historia que muchos desconocemos de la capital y cómo el cine en la ciudad guarda más componentes históricos de lo que se cree.
PDM: ¿Por qué se interesó en la historia de Villavicencio?
J.D.: El lugar de nacimiento representa una marca que acompaña a las personas durante su vida y así me ocurrió a mí. Conocer la historia de Villavicencio es conocer mi propia historia.
PDM: ¿Sus padres fueron determinantes?
J.D.: Claro, crecí en una casa donde por fortuna había una biblioteca que con gran esfuerzo mis padres habían construido. Cuando llegó la televisión a mi casa en aquella época existía un programa que se llamaba ‘Revivamos Nuestra Historia’, en torno al cual se reunía la familia y eso determinó que más adelante estudiara sociología y luego la historia.
PDM: ¿Cuál es el principal problema para estudiar la historia de Villavicencio?
J.D.: Sin duda, la ausencia de una cultura institucional del archivo, es muy limitada la documentación oficial donde uno podría encontrar información para construir el pasado de la ciudad.
PDM: ¿Qué aspecto histórico de la ciudad que esté documentado es el que más le ha llamado la atención?
J.D.: Ad portas de un nuevo aniversario, hay hechos históricos que han incidido en el comportamiento de sus habitantes y el desarrollo de la ciudad como, por ejemplo, la constitución inicial como poblado a orillas del Caño Gramalote; habría otros sucesos puntuales como el incendio a finales del siglo IXX, que obligó a un reasentamiento del pueblo donde hoy es la Plaza Los Libertadores, y que inició una nueva etapa en la historia de la ciudad.
PDM: La construcción de la vía al Llano también marcó un hito en la historia…
J.D.: Por supuesto, la apertura de la carretera Bogotá-Villavicencio, en 1936, tuvo un efecto de largo aliento pues no solo fue el intercambio de mercancía entre las dos ciudades, sino que llegasen contingentes humanos que permitió que la ciudad creciera, a la vez que llegaran tendencias como la moda, nuevos gustos, el conocimiento y hasta la política.
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PDM: Sin embargo, a usted en los últimos meses le ha llamado la atención la historia del cine en Villavicencio, ¿por qué?
J.D.: La ciudad tiene una historia asociada al cine como práctica, que se desconoce porque el cine dejó de ser el espacio de sociabilidad que representaba. Curiosamente hay que decir que Villavicencio vio mucho cine en el siglo XX.
PDM: ¿Cuál fue el primer cine en la ciudad?
J.D.: Empezando por el cine-teatro Verdum, dirigido por la Comunidad Religiosa de los Monfortianos. En 1916 se instaló la primera sala de cine en el patio interno de la sede del patronato monfortiano, lo que hoy es el Banco de la República. Era un proyector que había traído el padre Mauricio Dieres de Francia. Posteriormente apareció el Teatro Real que quedaba cerca del Parque Infantil, donde también funcionaría años más tarde el teatro Iris. En 1946 se fundó el Teatro Cóndor, que para su época era uno de los más grandes del país, con capacidad para 1.300 personas. Después aparecieron el Ariari, el Teatro Macal y el Maiporé.
PDM: ¿Por qué los teatros se convierten en un objeto de estudio?
J.D.: Esta historia del cine en Villavicencio poco se conoce pero existe una memoria de las personas que frecuentaron algunas de estas salas y son testimonio de cómo el cine fue de un interés muy llamativo en la ciudad.
PDM: La incidencia del cine mexicano fue muy importante
J.D.: Sí, la gente suele evocar esa época desde los años cuarenta hasta principios de los ochenta, con películas de cine mexicano y actores como Cantinflas, El Santo, Tintan José Alfredo Jiménez. No era solo ir a cine sino que en torno a ese evento había actores, cada uno con sus intereses.
PDM: La iglesia vigilaba mucho lo que se iba a proyectar…
J.D.: La iglesia lo veía más como una herramienta para enseñar, pero también sabía que era un espectáculo de masas que decía podía conducir a la desmoralización católica de la sociedad. Hubo juntas de censura, constituidas para aprobar o no la proyección de la película.
PDM: ¿En qué momento empieza a caer esa influencia de la iglesia sobre el cine que se veía?
J.D. En 1936, con la apertura de la vía al Llano, aparece el Teatro Real, administrado por un empresario no religioso que tenía un interés comercial por el cine y esto puso de manifiesto una tensión entre el padre Dieres, que dirigía el Verdum y Rómulo Reina que instaló el Real.
PDM: Ese personaje, Rómulo Reina, es clave en la historia de los teatros en Villavicencio…
J.D.: Correcto. Reina tenía olfato para los negocios, vendía desde ungüentos hasta fincas. Él le arrendó la locación de su teatro a Miguel Salomón, de origen libanés, y los registros documentales dan cuenta de que le fue bien operando el Teatro Real, al punto que más tarde Miguel se asoció para construir el Teatro Cóndor.
PDM: ¿Con quién se unió?
J.D.: Rómulo Reina, Miguel Salomón, Alberto Hurtado y Elías Hayek tuvieron la visión comercial del cine que los va a conducir a que tuvieran problemas con el padre Dieres, primero, y luego con monseñor Francisco Bruls.
PDM: Aquí ya la dinámica de ver cine cambió…
J.D.: Claro, al perder la hegemonía el Verdum, que existe hasta 1940, llegan películas más comerciales y sin censura. Al padre Dieres se le hizo insostenible seguir trayendo filmes porque había problemas de la vía y la gente se salía de casillas.
PDM: Luego los teatros como el Rosita Hoyos o el Maiporé sucumbieron a los centros comerciales…
J.D. Con la llegada de los centros comerciales hacen que las antiguas salas comiencen a decaer y unido a eso la tecnología del betamax y el VHS hacen que las personas busquen ver películas en sus propias casas.
PDM: ¿Por qué el cine es fundamental para contar la historia de una ciudad?
J.D.: En esta historia se ponen de presente prácticas, comportamientos y aspiraciones de la sociedad. Al conocer la historia del cine, se conoce la historia de los pobladores de la ciudad. Estudiando el dine podemos estudiar comportamientos colectivos, por ejemplo, por qué la ciudad se inclinó tanto por las películas mexicanas y cómo afectó la cultura villavicense.
PDM: ¿Es decir que el gusto por la cultura mexicana que permanece hoy en sectores de la población viene de esa época?
J.D.: Eso es un fenómeno que viene gestándose desde la década del cuarenta cuando el cine llegó con mucha fuerza a la ciudad y ha evolucionado hasta hoy con las nuevas generaciones que se inclinan por la música banda, los corridos prohibidos, etc.
PDM: ¿Cómo respetando su pasado, Villavicencio se puede proyectar para sus 200 años?
J.D.: Las sociedades suelen desconocer su pasado por razones diversas, pero el presente se explica por lo que pasó tiempo atrás, y el futuro se perfila a partir de lo que hemos sido y lo que somos. La historia puede indicar acciones que mejoren el futuro. Villavicencio se hecho al vaivén de las migraciones humanas: La Violencia, las bonanzas económicas y más recientemente el conflicto armado han generado desplazamientos determinantes para la formación de la ciudad. Eso es algo que se debe reconocer por lo que somos una ciudad más mestiza que llanera y eso debería indicar que esa dinámica no va a desaparecer.
PDM: ¿Cuál sería el reto entonces en estos 15 años?
J.D.: Debe prepararse a nuevas situaciones que permitan una intervención del Estado. Las últimas migraciones han permitido el crecimiento de los asentamientos, que se convierten en marginados de la oferta institucional, generando manifestaciones algunas veces ilegales.
