jueves, 3 de octubre de 2024
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Puerto Alvira, ejemplo de organización, 27 años después


Puerto Alvira, ejemplo de organización, 27 años después 1
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Redacción PDM

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Los desplazados se han convertido en un ejemplo en su proceso organizativo, de autogestión y de convivencia reconstruyendo sus vidas, lejos de la victimización. Trabajan en una propuesta de granja comunitaria integral.

Por Ómar Eduardo Gómez Reina / Especial Periódico del Meta

Al cabo de casi tres décadas y a pesar de la valiosa colaboración de organizaciones no gubernamentales y entidades como Humanidad Vigente, el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo y la Comisión de la Verdad, el caso de la masacre paramilitar perpetrada el 4 de mayo de 1998 en Puerto Alvira (o Caño Jabón) en Mapiripán, parecía, hasta hace cuatro meses, un caso más de aquellos que caen en la dispersión organizativa de las víctimas. Sin embargo, gracias a un ejercicio de admirable persistencia, no sucedió así.

A partir del interés suscitado en un grupo de WhatsApp y al liderazgo del sobreviviente Deison Enrique Mayo Blanco, ‘Escalera’, la “gran familia puertoalvirense”, como el mismo colectivo se autodenominó, resurge ahora fortalecida jurídicamente como la Asociación de Campesinos Desplazados sin Tierra Víctimas de la Violencia, de Puerto Alvira.

Esta asociación ya cuenta con 180 afiliados. El 30 de marzo de 2024, con una asistencia de 300 personas, el colectivo realizó su primera actividad, una integración a modo de reencuentro. Luego, el 4 de mayo en el barrio Olímpico, con una misa, un culto cristiano y una jornada recreativa, el grupo conmemoró los 27 años de la masacre. Asistieron 120 personas. El sábado 22 de junio tuvo lugar allí el más reciente encuentro de la colectividad en el polideportivo contiguo a la Plaza de Mercado del barrio Popular.

Esta tercera celebración es la combinación de esfuerzos de personas originarias de diferentes regiones, que se unieron al propósito de la asociación, en torno a un suculento sancocho de 30 gallinas: Alba Pineda, oriunda de Puerto Lleras; Ana María Alomía Reyes, de Palmira (Valle), y Estela Baquero ‘Norita’, de San Martín. Colaboran también en las tareas culinarias 10 mujeres afrodescendientes y víctimas del conflicto armado procedentes del litoral pacífico que quieren aprender de este exitoso y particular caso de asociatividad.

Es así. Nosotros somos como una familia. Somos tan unidos que lo que le pase a uno nos duele a todos”, dice Alba Pineda, mientras preparaba los ingredientes.

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El relato de la mayoría de entrevistados coincide. Los mayores, quienes llegaron al sur del Meta a mediados de los años 70, y aquellos que eran niños a mediados de los años 90, recuerdan con especial afecto los lazos de solidaridad tejidos desde entonces en aquel recóndito lugar, limítrofe a orillas del río Guaviare, entre la altillanura y el comienzo de la selva amazónica.

Yo digo que un pueblo como esos no lo vuelve uno a vivir. Cuando en alguna familia había escasez, otras le llevaban yuca, plátano, pescado, limones, lo que hiciera falta. También nos ayudábamos mucho si había que sacar a los enfermos. En la semana llegaba dos veces el DC‒3, y avionetas sí todos los días”, recordó Ana María Alomía.

En 1998 Puerto Alvira tenía alrededor de 10.000 habitantes. Cada uno llegó hasta allí con sus sueños al hombro, campesinos de todas las regiones del país, la mayoría desplazados y despojados por el conflicto armado.

Cuando les pregunto a las mujeres por los destinos actuales de aquellas personas, “Norita”, toma la palabra: “Nosotros tenemos gente hasta en España”. —Y sus compañeras completan la lista de países. Estados Unidos, Canadá, Argentina, Chile, Australia, Venezuela y Ecuador. Luego enumeran las ciudades de Colombia que recuerdan.

A la hora del almuerzo continúan animados los diálogos en las mesas. Deison realiza una bienvenida informativa: anuncia que la asociación ya cuenta con sus respectivos Números de Identificación Tributaria (NIT), Registro Único Tributario (RUT), al tiempo que pronto empezarán los trámites de formalización ante la Agencia Nacional de Tierras, entidad a la cual presentarán una propuesta de granja comunitaria integral.

Ponga atención, gente. Las asociaciones se crean para que los recursos que se canalicen lleguen a cada familia. Ejemplo, si a nosotros nos dan 1.000, 2.000, 3.000 hectáreas, la idea es trabajarlas entre todos. La granja es un proyecto macro para hacerlo sostenible, y para eso contamos, desde ya, con la ayuda de ingenieros, de gente técnica que sabe cómo se hace eso”, dijo Deison.

Los asistentes saben bien que la solidaridad del grupo está afincada en la honradez y en la pujanza de cada uno de sus afiliados. Por ello, en cuatro meses han logrado lo que, a otros colectivos de víctimas les ha tomado años.

La jornada continúa con la participación del abogado Alberto Leguizamón, especialista en justicia transicional, quien ofrece su experticia y expone de forma clara y ordenada la metodología individual y colectiva a seguir en los procesos de reparación integral frente al Estado, invitando a aquellos que daban por perdidas sus oportunidades de resarcimiento, a que reanuden o activen con diligencia y plena seguridad sus respectivas declaraciones y litigios.

Acto seguido, Luis Carlos Hernández Caicedo, “Covisan”, sobreviviente de Puerto Alvira y veterano agricultor, enuncia su voluntad de aporte al proyecto de la granja comunitaria. Hace énfasis en las posibilidades de transformación agroindustrial posteriores al cultivo y cosecha de la yuca, el caso que más conoce desde su experiencia personal.

A las 5:30 p. m. Deison pone a consideración una propuesta del grupo de mujeres lideresas afrodescendientes del Cauca y del Valle del Cauca. Se trata de la invitación a la fusión entre la totalidad del colectivo de víctimas de las negritudes del departamento del Meta y la Asociación de Víctimas de Puerto Alvira. Dicha articulación organizativa se plantea como objetivos centrales el fortalecimiento sociojurídico de la colectividad frente a las instancias gubernativas pertinentes, al tiempo que, una mayor incidencia y visibilidad entre la sociedad civil en general.

La asociación contempla la idea de crear un festival anual de verano en aquellas playas del río Guaviare, aledañas a Caño Jabón que, en otros días, tanta felicidad les brindara.

Este inédito y exitoso caso de asociatividad se sustenta en una novedosa modalidad de afiliación, sin cuota fija, y de libre reciprocidad. Todo se canaliza a través de los eventos mensuales y las rifas. La modalidad de asociación se hace participativa en la medida de las necesidades que surjan.

“¡Retorno al campo, organizado, con dignidad y respeto!”, arenga cada tanto Deison.

 


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