Quebrada Honda: Entre dos mundos
- Publicado en Feb 03, 2017
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Además de la reparación del puente colgante, es necesario darles la oportunidad a los jóvenes de continuar su educación superior. Una mujer de 92 años cuenta su historia de vivir allí.
En Quebrada Honda se encuentran dos mundos, el rural y el urbano; y dos épocas, la de las tareas agropecuarias manuales y la de la señal satelital de cable y la telefonía celular. Entre estos dualismos se mueven sus habitantes, que, acostumbrados a un paisaje natural extraordinario, deben convivir con una red de acueducto y alcantarillado precaria, una atención en salud casi inexistente, una oferta educativa limitada y vías de acceso en muy mal estado.
Y, sin embargo, la calidad de vida actual es mucho mejor que la de hace algunos años. Así lo afirma Aramita Ríos, una mujer de noventa y dos años que ha vivido toda su vida en Quebrada Honda. Nacida en una familia de seis hijos y criada con sus padres, doña Aramita recuerda que, en relación con el casco urbano de Villavicencio, “para bajar (se necesitaba) un día y para subir dos o tres días, porque se derrumbaban los caminos y las quebradas se crecían”.
Otro contraste es el de los productivos que se cultivaban entonces y los que se cultivan hoy. Algunos, como el plátano y el banano, siguen vigentes, pero otros, como la caña de azúcar, han dejado de cultivarse. Doña Aramita, que conoció el servicio de energía eléctrica hasta hace dos años, cuando fue instalada la luz en la vereda, hace esta comparación mientras señala a su alrededor el trapiche en el que solía exprimir la caña para hacer panela y las pailas o fondos en las que ponía a hervir ese jugo de caña después, para luego verter en moldes que les daban forma. Hoy, lo que más se cultiva es yuca, arracacha, lulo, maracuyá, chonque, entre otros.
Además, se mantiene la cría de ganado, cerdos y pollos. Asimismo, se mantiene el producto más emblemático de la vereda: la cuajada. Doña Aramita cuenta que aprendió a elaborarla desde que era niña. En varias casas de la vereda se sacan varias arrobas de cuajada por semana.
Quebradas y derrumbes
La familia que doña Aramita formó junto con Luis Elí, su esposo, la conformaban trece hijos. Dos de ellos nacieron en una casa que tenían cerca a una quebrada. De allí tuvieron que salir por un derrumbe, y tuvieron sus otros once hijos en la casa de madera y zinc en la que vive hoy día. De modo que las quebradas y los derrumbes han sido cosa de toda la vida en Quebrada Honda.
Normalmente, el trayecto desde la vereda hasta el casco urbano lo hacen los habitantes en alrededor de dos horas y media, o incluso más, dependiendo de la cantidad de mulas cargadas que estén arriando. Pero lo que para ellos es un paso obligado para vender sus productos para los deportistas, aficionados o expertos, que recorren en bicicleta o en moto el camino hasta Puente Abadía y más arriba es un terreno ideal para sus actividades.
Con base en esa premisa, el presidente de la Junta de Acción Comunal de Quebrada Honda, Misael García, propone que los arreglos que se realicen en la vía estén orientados a establecer un recorrido que facilite tanto las actividades deportivas como la salida y entrada de los habitantes de su vereda. Adicionalmente, ese camino facilitaría el traslado de las personas enfermas, que, en ciertos casos, tienen que ser cargadas en camilla por esa trocha. De hecho, hay un antecedente de una mujer que murió cuando era trasladada desde Quebrada Honda hacia Puente Abadía por un fuerte dolor de cabeza.
En general, en Quebrada Honda las personas cocinan con leña que ellos mismos recogen y parten con un hacha, el agua limpia llega a través de mangueras que la traen desde varios caños que nacen en las montañas y hay incluso casas que no tienen pozo séptico y vierten aguas negras a otros cuerpos de agua de la zona. Sobre este último problema, el propietario de una de esas viviendas dice que entidades oficiales le prometieron ayudarle al respecto y no lo hicieron.
La comunidad afirma no hay más de quince casas habitadas, y esa escasa representación poblacional es la razón por la cual aprovechan la cercanía de la bocatoma del acueducto para exigir arreglos en las vías de la vereda y trabajo en las obras de mantenimiento que se realizan en la bocatoma constantemente.
No obstante, hay partes que necesitarían una intervención específica, como el paso sobre Quebrada Blanca, donde actualmente hay un puente de madera que no ofrece ninguna garantía de seguridad. Según la comunidad, esa quebrada ha arrastrado varios puentes en los últimos años. “Los puentes que hemos hecho acá están en muy malas condiciones. Es de madera muy mala porque madera buena no se consigue en esta cordillera”, dice el presidente de la JAC, quien advierte que ese puente puede no durar más de dos meses en temporada de lluvias.
Una educación distante
Otro problema de Quebrada Honda es la continuación en educación técnica y superior para los estudiantes de la escuela de la vereda. Aunque el año pasado hubo alumnos que se graduaron de bachilleres, para la mayoría de familias enviar a sus hijos a estudiar cursos técnicos y profesionales a Villavicencio constituye un esfuerzo que está fuera de su alcance. No obstante, hay casos ejemplares, como el de una estudiante de Mercadeo de la Unillanos, que cuando se trasladó de la vereda al casco urbano no había terminado sus estudios de secundaria. Ella recuerda que tuvo que validar los grados que le faltaban para poder ingresar a estudiar la carrera que está a punto de terminar.
Esa misma estudiante universitaria logró recoger, en compañía de una compañera de estudio, casi 200 libros el año pasado, en el desarrollo de un proyecto de marketing social, que donó a la escuela donde realizó sus estudios de primaria. Los libros fueron donados por librerías, personas de la universidad y conocidos de las estudiantes que participaron en el proyecto. Y fueron esas estudiantes, junto con la madre de una de ellas, las que tuvieron que subir los libros a lomo de mula hasta la vereda, así como un estante metálico para organizarlos.
Y ese esfuerzo coincide con el consejo que doña Aramita Ríos les da a las generaciones más jóvenes de la vereda. Ella, que tuvo trece hijos y ha vivido 92 años en Quebrada Honda, de los cuales 90 años tuvo que vivir sin energía eléctrica, decide hacerles una única recomendación: “Que estudien, que sean leales con su estudio, que los padres les den buenos estudios…uno sabiendo leer y sabiendo escribir es una garantía. Teniendo un colegio y teniéndolo todo sale uno adelante”.
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