‘Tengo un cordón umbilical de amor y de cariño enorme por Villavicencio’: Nancy Espinel

- Publicado en Mar 09, 2025
- Sección Entrevistas, Lo Mas Reciente
Una investigación propia la llevó a revaluar la creencia de la fecha de fundación de la capital del Meta, teoría que fue admitida por la Academia Colombiana de Historia.
Por Juan Fernando Alzate
A Nancy Espinel (N.E.) el deseo de corroborar la fecha de fundación de Villavicencio la llevó, hace 40 años, a investigar y publicar el libro ‘Villavicencio, dos siglos de historia comunera 1740-1940’, con el que demostró que el caserío a orillas del caño Gramalote se había formado antes de lo que decía la versión aceptada hasta ese momento.
Aquello no solo hizo que la Academia Colombiana de Historia cambiara su posición oficial frente a la fundación de la capital del Meta, aceptando la hipótesis de Espinel, sino que marcó el inicio de su prestigiosa carrera como historiadora.
Periódico del Meta (PDM) la entrevistó para hablar sobre su papel como pionera en la investigación, el rol de las mujeres historiadoras en el Llano y su legado a la ciudad a la cual le ha dedicado su vida.
PDM: Usted es antropóloga de la Universidad de Los Andes. ¿Cuál fue el punto de giro para convertirse en historiadora?
N.E.: Llego a la historia como ciencia porque, justo hacia 1985 o 1986, en Villavicencio se iniciaban los preparativos para la celebración del sesquicentenario —se decía en ese momento— de la fundación de Villavicencio. Empecé con una inquietud: cuándo fue fundada, en dónde están los documentos y en dónde están las fuentes escritas que nos permitan a nosotros afirmar con veracidad acerca de la fundación de Villavicencio el 6 de abril de 1840.
PDM: ¿Cómo fue el proceso para esa investigación?
N.E.: Iniciar en los archivos notariales, en los archivos parroquiales y empezar a conseguir una serie de archivos específicamente de viajeros y de personas que habían llegado a Villavicencio a finales del siglo diecinueve y comienzos del veinte. Mi mentor, y la persona que me llevó a la Academia Colombiana de Historia, el doctor Antonio José Rivadaneira Vargas, que en paz descanse, vino a Villavicencio a la instalación de la Sociedad Bolivariana de los Llanos Orientales, invitado por Rafael Mojica García, rector de la Corporación Universitaria del Meta.
La presencia de él para mí implicaba tener un miembro de la Academia Colombiana de Historia en Villavicencio, a quien yo podía empezar a consultar, a preguntar. La Cámara de Comercio de Villavicencio, dirigida en ese momento por el doctor Carlos Rojas Valenzuela, publicó esa primera edición del libro ‘Villavicencio, dos siglos de historia comunera 1740 – 1940’. La finalidad de publicar era llegar a la Academia Colombiana de Historia y solicitar una sesión en la que yo pudiera exponer, con argumentos y fuentes, el porqué yo rebatía la fecha del 6 de abril de 1840.
A partir de eso, la Academia Colombiana de Historia nombró una comisión para, con base en la información y en las fuentes, saber realmente si la Academia había incurrido en un error. Pasados tres meses, esa comisión rectificó y consideró que realmente la fecha del 6 de abril de 1840 no tenía el peso documental, el análisis, de esa fecha, y que proponía la del 21 de octubre de 1850.
PDM: Pero lo que usted demostró es que ya había población desde antes de 1840.
N.E.: Mi hipótesis, que creo que hoy en día ya dejó de ser hipótesis, es que Villavicencio no tiene acta, no tiene fecha de fundación, sus procesos de poblamiento obedecen principalmente a unos procesos de una migración espontánea ocurrida en los pueblos de la provincia de oriente de Cundinamarca hacia este sector.
Lo pude comprobar cuando entré al archivo del Eco de Oriente de la comunidad Montfortiana y encontré un antecedente definitivo y valioso que es la existencia de la hacienda de Apiay y cómo a partir de eso, antes de la fecha del 6 de abril de 1840, ya existía una población significativa a orillas del caño Gramalote, que sociológica, antropológica e históricamente, tiene una validez importantísima, independientemente de la fecha. Entonces, pasado esto, el doctor Rivadeneira me propuso para que ingresara como miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Historia.
Realmente la inquietud fue Villavicencio. Yo tengo un cordón umbilical de amor y de cariño enorme por Villavicencio.
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PDM: ¿Siente que fue una precursora como historiadora?
N.E.: Yo diría que precursora tal vez no, pero sí una de las pioneras. Es que yo inicié con esto en 1985, 1986, imagínese. Cuarenta años. Y realmente sí existían algunas publicaciones de la comunidad Montfortiana, el periódico Eco de Oriente y algunos escritos documentados que dejaron los padres montfortianos, que estuvieron tanto tiempo acá. Pero pionera, yo creo que sí.
Estuvo Raquel Ángel de Flórez, ella era la directora de la revista Viajes, y tiene un libro que es otro de los clásicos que se llama ‘Conozcamos al departamento del Meta’ y que traza la historia de los municipios de una manera detallada y naturalmente de Villavicencio como capital del departamento. También estuvo el padre Mauricio Dières, con ‘Lo que nos contó el abuelito’. Muy esporádicos. Después estarían las investigaciones que he hecho.
PDM: Las mujeres han tenido un rol fundamental en relatar y contar la historia de Villavicencio y el Llano, como Nancy Bell Bates y Jane Rausch…
N.E.: Nancy Bates y su esposo, Maston Bates, se vincularon a la Fundación Rockefeller y llegaron a Villavicencio a hacer investigación sobre paludismo, fiebre amarilla, etc. Ella deja en su libro, que se titula ‘Al oriente de los Andes y al occidente de la nada’, la descripción de su llegada por ese carreteable Bogotá-Villavicencio y sus vínculos con Villavicencio, su vida aquí, cómo era la sociedad villavicense de la época, y nos deja naturalmente un registro importantísimo para un periodo de la historia de Villavicencio que está más o menos entre 1940 y 1950.
Por otra parte, Jane Rausch llega a Villavicencio muy bien financiada por la Fundación Fullbright, a hacer una investigación. Venía para los Llanos Orientales —escribe ella— y queda cautivada y ve una necesidad de acceder a investigación sobre la historia de los Llanos colombianos. Estaba Alberto Baquero Nariño en la rectoría de la Universidad de los Llanos, hacia 1987 o 1988, y Rausch gestiona en la Unillanos la posibilidad de iniciar los simposios de historia de los Llanos colombo-venezolanos. Estaba ahí otra mujer valiosa, antropóloga, que se llama María Eugenia Romero.
Es que lo de Jane Rausch, además de tres o cuatro publicaciones sobre la historia de los Llanos orientales y una última de todo su bagaje que tiene que ver con Villavicencio, es fundamental. Es decir, la persona que no accede a Jane Rausch para entender la historia de los Llanos orientales…hay que consultarla definitivamente.
PDM: ¿Es verdad que su nombre está inspirado en Nancy Bell Bates?
N.E.: Sí. La fundación Rockefeller llegó acá y empezó a buscar personas que quisieran trabajar. En ese proceso de búsqueda de mano de obra para eso, mi papá, Eduardo Espinel Pardo, se presentó como ayudante de laboratorio. Como Villavicencio era muy pequeño, empezó a existir una relación de familia entre la familia de Nancy y Maston, con sus hijos Mariana, Sally, Bárbara y Glenn, y del lado de la familia Espinel estaban Eduardo Espinel Riveros, Hugo Espinel y Nancy estaba en proceso de fabricación (se ríe) porque yo nací en 1949. Hubo un acercamiento familiar enorme, de visitas, de cariño, de afecto, y de ahí que, cuando yo nací, me pusieron Nancy por Nancy Bell de Bates y Leonor por una tía hermana de mi papá.
PDM: ¿Qué mensaje les envía a las mujeres investigadoras?
N.E.: Les digo que, si queremos producir conocimiento nuevo, en cualquier área del conocimiento, tenemos que hacer la investigación seria, la investigación argumentada, que va a las fuentes, la confrontación dentro de las diferentes teorías que existen en las áreas del conocimiento, y además publicar.
PDM: ¿Qué le diría a la Nancy Espinel que empezó a incursionar como historiadora en la década del 80?
N.E.: Le digo que me siento satisfecha, contenta, que creo que he hecho un aporte a mi tierra, a Villavicencio, que, como dije al comienzo, es un cordón umbilical de cariño y afecto enorme. Y que, además, de ser investigadora, hay algo que mueve mucho y es la pasión. Hay que hacerlo con pasión, con ese ánimo, con ese cariño, no puede ser la investigación fría, debe ser la investigación seria. Le digo a esa Nancy Espinel que afortunadamente se le ocurrió hacerlo y que hoy en día me siento satisfecha, creo que he hecho un aporte a esta ciudad y con eso muero feliz.
