Editorial | Avalancha de siempre

En diciembre próximo se completarán 10 años desde que una cadena de mensajes distribuida por el sistema BlackBerry, alertando por una falsa alarma de avalancha por poco causa una tragedia real al provocar una desordenada evacuación en gran parte de Villavicencio.

La anécdota nacional que generó toda clase de reacciones que incluyeron desde camisetas impresas con el logo “Sobreviví a Chingaza”, canciones, un stand up comedy y muchos chistes, lamentablemente no sirvió para formar una conciencia sobre la gestión del riesgo en la ciudad con más habitantes de la Orinoquia.

Un informe presentado en las redes sociales de Periódico del Meta y otro más que se publica en la edición impresa de esta semana, revela que desde las autoridades municipales y departamentales hasta las mismas comunidades, en una década de inviernos no han sabido prepararse para los embates de las lluvias.

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Una muestra fue lo que ocurrió esta semana en Villavicencio y varios municipios del departamento, en especial de la región del Ariari. Los cultivos inundados, los animales de granja tratando de salvarse, las personas sacando sus enseres a la calle para intentar salvarlos, son imágenes que se repiten casi anualmente.

Es justo decir que al menos en la capital del Meta se había trabajado de manera planificada en la descolmatación de ríos y caños, lo cual dio un compás de espera para que no se repitieran escenas como la inundación de Caño Parrado del 2016; sin embargo, la labor no se siguió desarrollando y las consecuencias se vieron con el aguacero de más de 10 horas del lunes pasado.

Como suele suceder, la gestión del riesgo se activa de manera inmediata en estos escenarios, pero siempre será una acción reactiva a una problemática que es cíclica, histórica y, lo que es peor, demostrable de que se puede evitar.

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Los que han hecho un ejercicio juicioso, a pesar de no contar con los recursos que merecerían, son los organismos de socorro. Tanto Defensa Civil, Cruz Roja como los Cuerpos de Bomberos, tienen planes y métodos de reacción, aunque no siempre tengan las herramientas para acudir a prestar auxilio.

Y en todo esto no se puede dejar a un lado la responsabilidad de las comunidades: quien invade un lecho de un caño o un río no puede estar condenado a otra cosa que dejar a su familia bajo una espada de Damocles o quien arroja basura a los caños y a la calle, siempre será responsable directo de lo que ocurra aguas abajo de los afluentes de su ciudad.

En la próxima década se esperaría más prevención que reacción, pero como dijo a Periódico del Meta el comandante de Bomberos de Villavicencio, la gestión del riesgo siempre recibe un trato de quinta.

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