lunes, 14 de octubre de 2024
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Elí Santiago, la última voz del velorio de santos


Elí Santiago, la última voz del velorio de santos 1
El araucano Elí Santiago Rodríguez es considerado el último de los cantadores de velorios de santos en el llano, otra de las tradiciones que tiende a desaparecer.
JM
Jhon Moreno

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Elí Santiago preserva una tradición que tiende a desaparecer debido a la falta de cantadores. De sus 12 hermanos, fue el único que heredó de su padre el tono

En toda su vida, Eli Santiago Rodríguez Galíndez ha estado en más de 130 velorios de santos, pero sabe que cuando ya no esté en el mundo, tal vez una de las últimas tradiciones de los hatos llaneros, muera con él.

Por eso le gusta hacerlo aunque se trasnoche y tenga que hacer varios sacrificios; cada vez que lo localizan para un servicio asiste con satisfacción porque es un intento más de que la costumbre no desaparezca.

El martes de esta semana estuvo en la apertura de los eventos del Torneo Internacional del Joropo, a propósito de su aparición en el documental ‘Llano fue’, que relata varias de las costumbres llaneras que han caído en el olvido. 

Su padre aprendió el tono de los velorios de santos cuando vivió en Palmarito (Venezuela), y de los 12 hijos que tuvo, únicamente Eli Santiago heredó esta destreza de la que no se tiene muy claro el origen. Se lo llevaba de la mano cada vez que de los fundos lo llamaban para que el dueño cumpliera una promesa.

Los velorios de santos se hacen cuando la virgen o un santo le sana de una enfermedad grave a un familiar o cuando muere un ser querido. Entonces, delante de la imagen se paran las tres voces: un llamador, un tenor y un contralto”, dice el hombre de 63 años.  

Elí Santiago, la última voz del velorio de santos 2

Por décadas, los velorios de santos fueron una forma de llevar el culto católico a los hatos, debido a que las iglesias quedaban muy lejos. Son versos improvisados, a veces con tono lastimero, que se interpretan para honrar al santo de devoción, que puede ser José Gregorio Hernández o a la Virgen del Amparo, a quien popularmente la llaman la Virgen del Litro, porque se apareció en un frasco.        

A pesar de que sus manos se han formado con el trabajo del llano desde que tenía 10 años, sus dedos conservan la delicadeza para interpretar el cuatro y saltan con agilidad sobre el traste del instrumento, mientras empieza a improvisar versos de los cantos de velorio.

Vive en la finca de una vereda que se llama Monserrate, en Arauca. Hasta allá hay que ir a buscarlo quienes desean aún cumplir con esa tradición llanera que, parece inevitable, desaparecerá.  

Hace apenas 15 días estuve en un velorio de santos. Era el hijo de un primo que nació enfermo en el hospital y murió. Eso debe ser toda la noche hasta que amanezca y sirven el desayuno, así es que es la promesa. Luego, cuando se va a enterrar el bebé, se canta otro tono”, explica.

Según Carlos ‘Cachi’ Ortegón, investigador de la cultura llanera, las canciones en su mayoría eran romances medievales españoles, adaptados al Llano. Además, se convocaba a los músicos acompañantes: un bandolista y un cuatrista, sin embargo no se incluían maracas porque se consideraban muy festivas.

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Como ya nadie más sabe hacer los tonos, a Elí Santiago le tocó aquella vez, durante casi 12 horas seguidas, cantar y tocar. Aunque a veces cobra por el servicio, no lo hizo porque se trataba de un familiar, pero días después el primo le llevó 100.000 pesos a la casa.

A su edad, cualquier ayuda económica es bien recibida, sobretodo cuando le ha tocado hacerse cargo de su esposa, que está incapacitada porque no tiene un pie, y sus cinco hijos, de los cuales ninguno heredó el tono de velorio, ya tienen familia propia.

Tengo dos varones y tres hembras, pero a ninguno le llamó la atención de cantar. A pesar de que en la casa siempre tuve arpa, cuatro y maracas nunca me dijeron que les enseñara. Ellos son más del vallenato, la salsa y otras músicas raras”, asegura.

Anteriormente las mujeres también sabían tonos e iban a velorios de santos, pero de las dos que recuerda Eli, ambas murieron y con ellas un tesoro que no se heredó.

A mí me encanta esto. Me gustaría que me estuvieran llamando día por medio para velorios de santos y así fuera gratis porque me sale y me gusta, pero al morirme yo, si no hay quién más cante, la tradición se muere”. 

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