Incómoda realidad | Editorial

La oleada de comentarios negativos que desencadenó el tuit de la reconocida modelo de contenido para adultos, Amaranta Hank, tras anunciar su posible visita a Villavicencio este fin de semana, dejó en evidencia una cruda realidad que resultó incómoda para algunos, pero una verdad de a puño para otros.

Todo empezó porque el alcalde, Felipe Harman, respondió al trino de la modelo dándole la bienvenida, lo que desató la ira y desencanto de quienes sostienen que la ciudad no tiene mucho para mostrarle a la reconocida influenciadora y en general a los turistas, en especial por los problemas de inseguridad, falta de acueducto y modernización de la malla vial, entre otros problemas.

Si fue una estrategia publicitaria para vender la ciudad, como ha sucedido con otros creadores de contenido, en esta salió el ‘tiro por la culata’ porque los seguidores en redes sociales no ahorraron calificativos para recordarle al alcalde, según ellos, su falta de gestión para cumplir con el plan de desarrollo.

Consideramos que los comentarios negativos que se hicieron de la ciudad en diferentes plataformas, no obedecen a grupos reducidos, sino a un inconformismo creciente por las condiciones actuales que presenta la principal ciudad de la Orinoquia.

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Hoy, el sentir de muchos ciudadanos cobra fuerza, pues son ellos los que enfrentan la intermitencia en el suministro de agua, una de las problemáticas más reiterativas y que está lejos de una solución de fondo, pese a ser principal bandera del actual mandatario local.

También está el problema de la inseguridad y el microtráfico, que tal como se revela en esta edición, ha crecido en Villavicencio y otros municipios, lo que podría desencadenar más fenómenos delincuenciales.

En esto no podemos negar las intenciones de Felipe Harman para promover y gestionar, junto con los gremios, una ciudad atractiva para los visitantes, sin embargo, tampoco se pueden negar los problemas que la aquejan.

Por un afán de ser destino turístico no nos podemos decir mentiras. Quién negaría hoy, por ejemplo, que Santa Marta tiene el servicio de acueducto más deficiente de las capitales turísticas; o alguien que refutara los problemas de inseguridad y transporte público de Cartagena o las tarifas astronómicas de San Andrés, el destino más costoso del país.

Lo cierto es que, mientras los mandatarios de turno no logren responder a las necesidades de la comunidad, será comprensible su malestar. Más allá de desear ser un gran destino turístico está la necesidad de atender y velar primero por una ciudad habitable y digna para quienes en ella vivimos.

Realidades incómodas, pero verdaderas.

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