La renuncia del maestro | Opinión
- Publicado en Mar 25, 2024
- Sección Columnistas, Lo Mas Reciente
Hace poco, el periodista y profesor Leonardo Haberkorn decidió renunciar a las clases que dictaba en Comunicaciones en una universidad uruguaya. Su retiro sacudió al mundo académico y a la educación. Fue derrotado por los celulares.
“Después de muchos, muchos años, hoy di clase en la universidad por última vez. Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla. Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies”, dice en su renuncia.
El profesor Haberkorn pone el dedo en la llaga de un mal que no solo afecta a esa carrera y a ese país, sino a otras carreras y a muchos países. Los profesores parecen dar clases a jóvenes que, como zombis, no se despegan de los celulares.
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Las consecuencias son graves a largo plazo para la sociedad y sus instituciones: no se están formando profesionales y líderes bien estructurados, sino personas con un alto grado de superficialidad, que son los que van a conducir a aquellas.
Cuando observamos en los debates en el congreso cómo los argumentos son sustituidos por los agravios, tal vez sea una respuesta de ese mundo banal. O cuando al frente de las instituciones llegan personas que no están preparadas para su dirección y en su lugar aparecen roles irrelevantes.
Lo terrible es que el celular sigue reinando y ya no solo en las clases en universidades, sino también en colegios. Lo trivial llega a tal punto que la cultura no importa; menos la ortografía, da lo mismo escribir ‘hay’ por ‘ahí’.
Es un desperdicio de inteligencias y nuevas visiones. Para Haberkorn, estos jóvenes son víctimas. Uno creería que no son todos y eso es una esperanza. Pero el profesor sentencia “Claro, es cierto, no todos son así. Pero cada vez son más”.
Guardamos la esperanza de un cambio que logre revertir ese mundo frívolo, donde “lo malo no sea mediocre, lo mediocre no pase por bueno y lo bueno no se celebre como brillante”.
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