viernes, 26 de abril de 2024
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Para cuidar su salud, no deje de soñar


Para cuidar su salud, no deje de soñar 1
La privación de sueño tiene consecuencias negativas que pueden llegar a ser fatales.
RP
Redacción PDM

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La pandemia incrementó las enfermedades de salud mental como la ansiedad, la depresión y los problemas para conciliar el sueño y este resulta imprescindible para la supervivencia.

El grupo Ceinfes, del Centro de Investigación, Innovación y Desarrollo Tecnológico, destacó en su Cuestionario de Salud General (GHQ-12) realizado a más de 1.350 jóvenes colombianos entre los 12 y 17 años de edad durante abril y mayo de 2022, que un 30 % de los jóvenes presenta problemas para concentrarse bien en las actividades que llevan a cabo y más del 70% han visto afectados sus hábitos del sueño debido a sus preocupaciones.

En primer lugar, es interesante señalar que el sueño no es una función como a veces se piensa, sino un estado fisiológico diferente a la vigilia. Así, se trata de un fenómeno activo durante el cual se producen cambios en diversas funciones.

Por otra parte, la cantidad de horas de sueño que necesita dormir cada persona es variable. Por ejemplo, un recién nacido duerme una media de 16 horas, mientras que en las personas ancianas la media se sitúa entre 5 y 6 (lo que hace necesario, generalmente, un período de descanso diurno o siesta).

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Si bien es cierto que las personas adultas necesitan de media entre 7 y 8 horas al día, existen lo que llamamos “cortas dormidoras”, que tienen suficiente con 6 horas, y “largas dormidoras”, que necesitan entre 9 y 10 horas para estar bien”, comenta Laura Río Martínez, doctora en Psicología Clínica y de la Salud y docente del Máster Universitario en Neuropsicología Clínica de la Universidad Internacional de Valencia (VIU) responde algunas preguntas al respecto.

Agregó que “cuando dormimos menos tiempo del que necesitamos, podemos experimentar dificultades atencionales y para la consolidación de nuevos aprendizajes, problemas de memoria y para la toma de decisiones, alteraciones anímicas, irritabilidad, dificultades en la coordinación, etc. Así, se ha comparado el estado de privación de sueño con un estado de intoxicación alcohólica. Además, la somnolencia y el deterioro cognitivos asociados a la privación de sueño provocan un incremento en el número de errores, accidentes laborales y de tráfico.”

“Los efectos de la privación de sueño son mayores a medida que aumenta el tiempo. En el caso de una privación prolongada, se han observado alteraciones del sistema inmunitario o en las respuestas de dolor, alteraciones metabólicas y endocrinas y un incremento de la probabilidad de sufrir trastornos cardiovasculares y de salud mental, entre otros” Finaliza la experta de VIU.

¿Por qué soñamos?

Los sueños están formados en parte por contenidos que hay en la memoria de la persona, a los que se suma información procedente del entorno. Así, elementos externos que están presentes en ese momento se introducen dentro del sueño, siendo esto especialmente frecuente en el caso de los sonidos.

Lo que sí sabemos es que las personas que recuerdan sus sueños hablan siempre de imágenes, y un 65% habla también de sonidos y sensaciones auditivas, mientras que la intervención de otros sentidos es mucho menor. Además, también se experimentan emociones y cambios en las frecuencias respiratoria y cardíaca.

Por otra parte, si bien soñamos a lo largo de todas las etapas del sueño, solemos recordar aquellos sueños más cercanos al despertar, que ocurren durante las últimas etapas de la fase REM.

La sensación de caernos

Esta experiencia se llama espasmo mioclónico o sacudida hipnagógica. Se trata de un fenómeno habitual que no debe preocuparnos, que responde a una contracción muscular involuntaria, fuerte y repentina.

Las personas que experimentan sacudidas hipnagógicas relatan, casi siempre, una sensación de caída al vacío. Además, a veces están presentes alucinaciones hipnagógicas, sudoración, elevación de la frecuencia cardíaca y respiración acelerada.

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El término hipnagógico hace referencia a la transición entre la vigilia y el sueño, ya que este fenómeno se produce en el momento en que nos estamos quedando dormidos. En ese momento, el cerebro todavía mantiene cierto estado de alerta y se producen numerosos cambios en variables como el tono muscular o la frecuencia cardíaca. Así, parece que las sacudidas podrían responder a un intento del cerebro por seguir controlando el cuerpo.

Si bien esta experiencia aparece con más frecuencia en la infancia, se ha constatado en personas de todas las edades y se ha asociado a etapas de estrés psicológico o fisiológicos, consumo de estimulantes como la cafeína o a hábitos de sueño poco adecuados, pero de momento no se conoce su causa.

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