Tailandia, una nueva mirada a la paz

Las experiencias de pacificación en otros países, pueden servir de lección a Colombia

El experto en temas de paz en Colombia realizó un viaje a Tailandia para estudiar y comparar los procesos de reconciliación entre los dos países. ¿Qué podemos aprender?

Desde el 2019 me postulé para una beca en estudios de Paz, Desarrollo y resolución de conflictos, en la universidad de ChulalongKorn Bangkok, en Tailandia. Esta beca se realiza a través de los Rotarios, organización internacional cuyo propósito es reunir a líderes empresariales y profesionales con el fin de prestar servicios humanitarios a comunidades.

En Villavicencio, el Club Rotario conoció mi trayectoria específicamente mi experiencia en la Orinoquia, con población excombatiente y liderazgo a comunidades hacia el camino de la paz.

Me explicaron la metodología de la beca y porqué debía postularme, cómo podía acceder a ella desde mi rol profesional en temas relacionados con la paz, la convivencia y el desarrollo social.  Una vez postulada mi propuesta sobre el cambio social, esperé unos meses para recibir la notificación que había sido seleccionado, pero llegó el Covid-19 y todo se aplazó, nos vimos obligados a recibir las clases de manera virtual.

Este proceso virtual se desarrolló en cuatro meses, donde compartí experiencias en implementación de procesos de paz de diferentes partes del mundo, incluyendo países como India, Afganistán, Uganda, Nepal y Pakistán, entre otros.

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Para este 2022 inició esta aventura de ser estudiante internacional, lo cual me permitió aprender de otras culturas del mundo, y que la resolución de conflictos, que llevo estudiando hace más de 15 años, tiene en común el deseo por la paz. Es evidente en el día a día de la vida tailandesa, como la religión budista que profesa la unidad a través de cambios individuales.

Mi hogar en Tailandia fue Bangkok, esta experiencia también me permitió conocer el conflicto alrededor del mundo, conocí a través de los relatos de una de mis compañeras la situación de guerra de Myanmar (ex Birmania) y el aumento de miles de personas que son desplazadas por causa de la violencia.

Este conflicto tiene enfrentamientos armados y esto genera que la seguridad de la población se vaya afectando constantemente. Cerca de 750.000 personas tuvieron que abandonar sus hogares antes del recrudecimiento del conflicto.

Adicionalmente, muchas áreas de Myanmar se encuentran bloqueadas para el ingreso de ayudas humanitarias. Este conflicto sociopolítico entre el ejército del país y grupos étnicos armados, son los mayores generadores de violencia contra la población civil en todo el país.

Su conflicto en relación con el nuestro, ha vivido la tragedia del uso de minas antipersonales por parte de los grupos armados, y el resultado ha sido devastador en lo rural: miles de muertos y lisiados. Pero también se ha abusado del terror. Las violaciones contra las mujeres, las ejecuciones sumarias, y la tortura, han sido parte del panorama desolador que ha llevado a calificar a Burma por parte de las entidades internacionales, uno de los países donde más se han violado los derechos humanos.

La droga como combustible de la guerra

Hay otra coincidencia con el conflicto colombiano que me impresionó muchísimo. El papel de la droga, como combustible de toda la violencia que ha ensangrentado a Burma por tantos años. Según las Naciones Unidas, este país es el primer productor de opio, de metanfetaminas, y el segundo de heroína en el mundo.

En su territorio se encuentra el tristemente famoso Triángulo de Oro, en la frontera con Laos y Tailandia, donde se originaron las mafias narcotraficantes más poderosas y peligrosos del mundo. Se llama de “oro”, porque hace unos años, se utilizaban lingotes de este material precioso, para hacer las transacciones de la droga.

Otro dato coincidente e impresionante lo encontré en un informe sobre el tema del comercio de drogas en Burma. El jefe mafioso de uno de los grupos paramilitares más poderosos, negaba en una entrevista, que su organización traficara estos productos ilícitos.

Mencionaba que él simplemente cobraba unos impuestos para financiar los costos de defenderse de los ataques de los militares. Este es exactamente la misma posición asumida por las Farc, que hoy son reconocidas como los primeros narcotraficantes en Colombia. Y también les cobran a las bandas criminales, por permitir la producción y tránsito en las zonas controladas por ellos.

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Pero las coincidencias no paran aquí. Burma tiene otro récord mundial: se calcula que hay más de 70.000 niños vinculados al conflicto que afecta el país. Los niños reclutados no tienen forma de escaparse, y si lo hacen, están expuestos a torturas y a ser fusilados. Para rematar el problema, el país tiene la más alta tasa de mortalidad infantil antes de los cinco años. Muchos por desnutrición, según nos lo informaron los guías.

Hoy a Burma se le han levantado las sanciones internacionales, sus fronteras están abiertas, pero la situación es de violencia persistente, en especial contra las minorías musulmanas. Sin embargo, habiendo recorrido el país, visitado zonas remotas del mismo, el ambiente que se respira es muy distinto al que había solo tres años atrás. Esta es la razón por la cual, personas como yo, hemos podido explorar este exótico y lindo país en el sureste asiático.

Una reflexión final. El caso del uso de la fuerza militar exclusivamente, en un entorno tan afectado por el narcotráfico, como sucedió en Burma, fracasó totalmente. Casi siete décadas de violencia extrema no lograron acabar con la férrea oposición al régimen por parte de los grupos armados de las minorías étnicas.

Este ejemplo le da mucho valor, al esfuerzo que actualmente Colombia realiza, el trabajo tras bambalinas para sostener la paz por parte de todos los actores es muy valioso, y su responsabilidad recae en todos los que amamos nuestro país y me deja una verdad que busco replicar siempre, una segunda oportunidad lo cambia todo.

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