Córdoba, formando melodías de esperanza

- Publicado en Oct 13, 2024
- Sección La Otra Cara, Lo Mas Reciente
Curiosamente, en medio del ruido de la violencia del narcotráfico en Medellín, sembró su amor por la música. Creció debajo de un piano que resonaba con composiciones de grandes maestros, interpretados por sus hermanos mayores. Así nació una conexión especial por la música clásica.
Por Inelda Rodríguez / Especial para Periódico del Meta
Inmediatamente se le pregunta por su vida, se sienta frente al piano y empieza a tocar. Parece que no existe nada más para él porque cada aspecto de su vida que desea contar lo relaciona inmediatamente con notas musicales que sus manos interpretan.
Es carismático, con una energía arrolladora que brota por todas partes y con la cual demuestra su profundo amor por la música y por el piano. Mientras mira hacia atrás en el tiempo, recuerda los momentos de su trayectoria, aquellos que forjaron su relación con la música clásica.
Cuando Luis Guillermo Córdoba Agudelo tenía cuatro años, su hermana tocaba una melodía de Franz Schubert, la cual anhelaba aprender, sin embargo, sus hermanos le decían que aún era pequeño para esa clase de música y mejor era practicar algo más simple. Sin embargo, su padre lo alentó, le enseñó y desde entonces toca aquella melodía inspiradora.
“Cuando ya tenía siete años, se presentó un concurso al que me llevó mi papá. Mis hermanos se burlaban pero gané el concurso. Me dieron el primer puesto para que empezara a estudiar en la academia«, dice entre risas Luis Guillermo.
Desde los 7 años comenzó a estudiar formalmente música y años después fue la música la que le permitió conocer a su esposa, quien estudiaba allí música coral en Bellas Artes.
Poco después de terminar el bachillerato, comenzó clases con una profesora rusa que había escapado de su país y llegado a Medellín. Muy conocida por su exigencia, «de los 28 alumnos que entramos a estudiar, apenas quedamos mi hermana y yo, los demás se fueron saliendo porque decían que era una profesora muy brava», menciona el maestro Córdoba con entusiasmo, pues al final del curso interpretó una composición que encantó a la instructora.
A los 21 años participó en otro concurso en Bogotá, donde quedó en segundo lugar, luego fue a estudiar a Estados Unidos y, paradójicamente, en los años difíciles de la violencia del narcotráfico en Colombia, regresó. Sufrió la pérdida de un sobrino en un atentado con bomba perpetrado por el grupo de matones de alias ‘Popeye’, lo que llevó a su familia a decirle que no se quedaría en Medellín.
Le puede interesar: Wolfgang, cuando la música son más que melodías
Ese fue el comienzo de su llegada al Meta: «una hermana de mi esposa le dijo vénganse para Villavicencio. Me sentí aliviado de estar lejos de esa violencia, empecé a enseñarles a los niños y aunque cada que íbamos a visitar a la familia, me decían que fuera a enseñar en Bellas Artes, me amañé acá en Villavo y no la cambio por nada», destaca Luis Guillermo con alegría, a pesar de recordar que «llegamos con una mano adelante y otra atrás».
Preciosamente, aunque tuvieron dificultades para empezar una nueva vida en Villavicencio, su esposa encontró la forma de salir adelante: comenzó a hacer tarjetas en plastilina para vender y ofrecer clases de música, las cuales un día llegaron a directivos del Colegio Chiquitines, luego al Colegio Portales donde se interesaron, iniciando una nueva etapa como formadores de nuevos músicos en el Llano.
Se integraron completamente en la comunidad local, trabajando como profesores de música en varias instituciones de la capital del Meta, interesadas en formación musical.
El maestro Córdoba es claro en que se debe formar el oído de las nuevas generaciones y en ese sentido el reguetón no es un buen “profesor” y no tiene cabida en la formación.
“Nosotros desde pequeñitos estamos evitando que escuchen reguetón porque es un chip malísimo para los bebés y para los niños. Al educar el oído de un niño, el cerebro ya se exige, ya en quinto de primaria dicen que esa música es muy fea. Con esa educación musical estamos logrando que estos niños quieran la música, no necesariamente la clásica, sino otros géneros como la colombiana, o el tango”, explicó Memo.
«Hemos hecho 13 himnos de colegios en Villavicencio. Los muchachos nos ven y nos dicen: ‘yo soy músico por ustedes’, eso es una gran satisfacción. Hemos sacado tres pianistas que han terminado música en la Universidad Nacional y la Universidad de los Andes. Tenemos una niña que está en la Universidad Javeriana y estamos muy orgullosos de ellos, somos muy felices«, menciona con una gran sonrisa Guillermo.
Memo y su esposa Clarita, están orgullosos de su legado. Hoy, se sienten felices y realizados con su vida y contribución a la música clásica en Villavicencio.
