Editorial || La mujer de la Cámara
- Publicado en Nov 28, 2021
- Sección Columnistas
La llegada de Jennifer Arias a la presidencia de la Cámara de Representantes significó varias cosas en su momento: la primera fue el honor de ser la primera política nacida en el Meta en ocupar dicho cargo; la segunda, la incidencia de la mujer llanera en instancias nacionales y tercero, la importancia de que los jóvenes hagan política para llegar a dignidades de esta clase.
Había, pues, varias razones para que la presidencia de la Cámara fuera un hecho destacado e histórico para el departamento del Meta. En especial, creemos, la imagen de una política joven, con ideas renovadoras y proveniente de un partido político que llegó a ser muy fuerte en las elecciones de hace cuatro años en la región, eran características que vaticinaban buenos vientos para la exreina de belleza.
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No creemos que causaran en ella sorpresa los ataques iniciales en su contra. Era de esperarse que su cercanía con el expresidente Álvaro Uribe, y la representatividad de Centro Democrático, sería aprovechada por la oposición para criticarla. Lo que sí ha sido sorpresa son las oportunidades (‘papayazos’) que ha dado la misma representante para que, con razón, la critiquen.
La famosa frase “Anatolio vote sí”, durante la discusión de la Ley de Presupuesto, demostró no solo la incompetencia y falta de criterio del representante de La U, Anatolio Hernández, quien abiertamente preguntaba cómo votar el proyecto, sino la manera poco ética como se manejan los pesos y contrapesos en el Congreso.
Jennifer Arias ordenó a Anatolio votar por el sí y confirmó que muchos legisladores son manipulables y que aquellos que tienen más poder se pasan por la faja la representatividad ciudadana. Un fenómeno que tampoco debe sorprendernos porque nace desde los propios concejos y asambleas.
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A la llanera también la han tildado de manipular las agendas de discusiones en los debates como el del proyecto que recortaba el tiempo de vacaciones para los congresistas, o el de la moción de censura contra la exministra de las TIC, Karen Abudinen.
Por eso, aunque penalmente el caso de plagio que confirmó esta semana la Universidad Externado en la tesis de maestría de Jennifer Arias no tenga mayores consecuencias penales, y menos políticas al encontrar el apoyo de la bancada de gobierno, es claro que para el Congreso nuevamente queda la lección de revisar los límites éticos y morales de sus acciones y decisiones.
La defensa de Arias no puede limitarse a que se trata de “una campaña en su contra”, “de una estrategia para desprestigiarla”, sino que debe dejar sin tacha su nombre en este bochornoso episodio, si desea seguir vigente en política. Dicen que “la mujer del César no solo debe ser honesta sino parecerlo…”
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