La historia de ‘Chucho’, el de los churros

Jesús María Salazar Cardona, literalmente, para el tráfico en el barrio Barzal de Villavicencio, cuando saca a la venta los deliciosos churros, una tradición que este año cumple 25 años.

Por Luissa Fernanda Pérez

Todo empezó hace 40 años con una libra de harina, a la que le sacó 20 churros que repartió de manera gratuita entre taxistas, quienes podían recibir una degustación. Jesús María Salazar Cardona había aprendido la receta gracias a un panadero con el que trabajaba.

Esa primera producción la regaló porque sabía que debía primero darle cuerda a una oportunidad en la que confiaba firmemente y que hoy, cuatro décadas después lo han llevado a mejorar su calidad de vida y sacar sus hijos adelante.

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Pero no siempre fue así. El ‘inigualable Chucho’, como lo conocen sus grandes amigos, se vino a buscar fortuna al Llano, proveniente de su natal Tuluá, en el Valle del Cauca. Arribó inicialmente al municipio de El Dorado con la maleta llena de sueños, pero luego de un tiempo se trasladó a Villavicencio, ciudad con la que dice sentirse identificado.

Y empezó por una premisa que es irrefutable: “para el ser humano la comida es una necesidad básica”. Así fue que decidió inclinarse por encauzar su emprendimiento por algo que conectará con el paladar de quien lo probara.

Antes de descubrir que el churro era el producto que lo lanzaría al “estrellato” de las comidas populares en la ciudad y con reconocimiento en el gremio empresarial, tuvo que experimentar vender almuerzos de 1.000 pesos, pizzas, buñuelos y pasteles de bechamel y pollo, hallando finalmente en el churro el producto líder.

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Hoy en día es un referente entre las panaderías de los villavicenses, de hecho, el nombre de su negocio nació por los mismos fanáticos de este bizcocho, quienes encantados con su incomparable sabor pedían “churros y más churros”.

“Seguimos usando el mismo azúcar, las mismas esencias y el mismo cariño con el que lo fabricamos. Pese a que el costo de las materias primas ha incrementado notoriamente, tenemos que estar al nivel del sistema” y prefiere no subirles a los precios de su producto estrella.

Precisamente, el momento más crítico por el que tuvo que pasar su negocio fue a raíz de la pandemia, ya que el local por estar cerca de la Clínica Carlos Nieto y recibir a pacientes que habían contraído el virus, se convirtió para sus clientes en un lugar de riesgo, porque asumían que personal de la salud comparaba churros allí.

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Sin embargo, estuvo en pausa durante solo 10 días ya que la fidelidad de su clientela lo llevó a trabajar bajo puerta cerrada sin contar con otro personal que no fuera él mismo.

“Emprender es difícil pero que por encima de todo prevalece la perseverancia, la disciplina, el amor y la entrega hacia su trabajo”, dice Chucho quien lleva 25 años de trayectoria, ha generado empleo contando con alrededor de 25 personas en temporada alta, siendo el lugar pionero de natillas y buñuelos para las fiestas decembrinas.

Jesús invita a quienes tengan la intención de emprender que no tengan miedo: “si usted sabe hacer unas cotizas, arranque con el trabajo que va a progresar”, también recalca la importancia de conocer el producto que va ofrecer y aprender de él para que su calidad se mantenga.

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