viernes, 19 de abril de 2024
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Llamado a la calma


Foto: El Espectador
RP
Redacción PDM

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La situación en el sur del Meta no es para bravuconadas. Exigir a las organizaciones de Derechos Humanos un pronunciamiento por el ataque contra los soldados, esta semana en La Macarena, no deja de ser solo una intención para generar titulares de prensa desde la Gobernación.

Más aún cuando un día antes, la secretaria departamental de Derechos Humanos y Paz, Norma Yaneth Baquero, dejó en la Asamblea del Meta durante un debate de control político una pobre presentación que provocó críticas de varios diputados, debido, entre otras, a la falta de coordinación demostrada de la funcionaria con los personeros del sur del Meta y las mismas organizaciones civiles.

Lo que está ocurriendo en las zonas rurales de La Macarena es muy grave como para poner en el ojo del huracán a las organizaciones civiles y defensoras de derechos humanos con ese tipo de pronunciamientos. Desde la institucionalidad se necesita un discurso menos pendenciero con las comunidades, pero en especial soluciones y no regaños.

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El ataque contra los soldados, que dejó seis militares muertos y otros ocho heridos, es execrable a todas luces y merece, sí, que la comunidad llanera en general lo condene. Sin embargo esto tampoco es una carta blanca para empezar una cacería de brujas y promover más odio.

Las protestas, los enfrentamientos, el aumento de cultivos ilícitos y la búsqueda de los cabecillas en esta región del sur metense, es un caldo de cultivo con el poder de desestabilizar la ya de por sí frágil tranquilidad que se vive en la región, desde la firma
de los acuerdos de paz.

Hay dos hechos ciertos: primero, un grupo de jefes de las Farc nunca entregó las armas y le jugó doble al país; y segundo, con Iván Márquez, el ‘Zarco Aldinever’ y Jesús Santrich fugados, es claro que regiones como los Llanos Orientales son escenarios con las condiciones ya dadas para volver al negocio del narcotráfico que en realidad nunca abandonaron.

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El acompañamiento a la Fuerza Pública, la solidaridad de los buenos campesinos que desde
siempre han habitado el territorio y la captura progresiva de los capos que defienden los cultivos ilícitos y las rutas del tráfico serán claves en este nuevo pero ya conocido escenario.

Además, una lección que dejó la historia reciente también ya está aprendida: no solo la presencia de militares y policía traerá calma, es necesario ofrecer salidas sostenibles a los cultivadores, con el objetivo de que también dimensionen la importancia de la riqueza natural que destruyen cada vez que talan la selva.

No es fácil la tarea, los ánimos están caldeados y lo que menos se necesitan son palabras incendiarias que prendan la hoguera en el sur del Meta.


RP
Redacción PDM

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