jueves, 25 de abril de 2024
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Abuelos que dijeron ‘primero mi primaria’


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20 adultos mayores hacen parte del grupo de alfabetización, en la Institución Educativa Isaac Tacha.
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Redacción PDM

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Eudoro Tibaduiza, quien primero conoció un fusil que el lápiz, lleva todos los días en su maleta un cuaderno con sus primeras letras, y en el corazón el anhelo de lograr su diploma que lo acredite que sabe leer y escribir.

Por Natalia Chipatecua 

Con 78 años, Eudoro Tibaduiza no sabe leer ni escribir, pero parece que lo hiciera con sus manos. Cada palabra, cada recuerdo en su mente, los va marcando al compás del movimiento de sus brazos y de una sonrisa fácil con pocos dientes y mucho amor. 

Nació en Tasco (Boyacá) y es uno de los pocos protagonistas sobrevivientes que queda de la famosa Operación Marquetalia, aquella que en 1964 pretendió acabar con las “repúblicas independientes” en varias zonas del país, entre ellas en el Meta, pero que dio origen a la guerrilla más antigua del mundo. 

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Hacía apenas un año antes había ingresado al Ejército como soldado regular y, dentro de una campaña de alfabetización en las fuerzas militares, se aprestaba para iniciar sus estudios de primaria que le permitieran, por fin, conocer las letras y los números.

Sin embargo, la orden del presidente Guillermo León Valencia, el 14 de junio de 1964, lo acuarteló en primer grado y con ello también le encerró la única posibilidad que tendría en muchas décadas de poder estudiar. 

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Lo que desea Eudoro es ganarle la batalla al analfabetismo.

Duró 8 meses metido en la selva haciendo parte de la Operación Marquetalia y, pese a que no pudo leer ni escribir, el único curso que le permitieron hacer fue el de Lancero que no le sirvió mucho una vez salió de la vida militar, lo recuerda mucho.

Eudoro es dicharachero, alegre, y con ese mismo entusiasmo se acerca todos los días con su caminar lento al colegio Isaac Tacha, en el barrio Betty Camacho, con el único objetivo de terminar lo que hace tiempos quería: su primeria básica.  

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Él es uno de los 2.000 estudiantes que integra ‘Yo sí puedo’, el programa de alfabetización de la secretaría de Educación del municipio, en donde mediante una pedagogía especial, se capacita a personas que no han tenido la oportunidad de aprender las letras y los números.  

Me sé los números y las tablas de multiplicar, lo único es que no sé leer ni escribir; pero algo tengo que aprender porque hago todo el deber”, dice Eudoro quien a pesar de tener comienzos de Parkinson no solo tiene la fuerza para agarrar firme el esfero, sino la voluntad para no dejar escapar la que sea tal vez la última oportunidad de honrar su deseo de aprender.

Abuelos que dijeron 'primero mi primaria' 3Si hubiera tenido una oportunidad como esta, habría estudiado aunque me gustaba mucho el Ejército. Mirando fue que aprendí a manejar maquinaria agrícola, donde hubiera estudiado habría sido presidente”, cuenta mientras se ríe a carcajadas…Y en seguida añade: “aquí termino mi primaria y si este programa sigue, haré el bachillerato, me gustaría seguir estudiando hasta donde Dios lo permita”. 

Los salones de este programa se convierten en un jardín de historias que se niegan a marchitarse en los recuerdos. Solo en la sede La Gota, del barrio Betty Camacho, se reúnen de lunes a viernes 20 adultos mayores para estudiar y reiterar aquello de que “nunca es tarde para aprender”.

“Aprender, trabajar, y salir adelante”

 En medio de pupitres y un tablero, ‘Yo sí puedo’ se ha convertido, desde el 16 de mayo cuando empezó el proceso, en una oportunidad real para quienes desean lucir sus cualidades con orgullo e irradian la felicidad que genera educarse. 

Antes estudiaba sola, lo poquito que sé lo aprendí en la casa con una cartilla y una libreta. El abecedario no lo sé todo todavía pero ya ‘la profe’ nos está enseñando”, expresó María Prada, quien de manera autónoma y antes de ingresar a ‘Yo sí Puedo’, ya intentaba aprender por sí sola a escribir. 

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María es otra de las alumnas que integra este programa de alfabetización en Villavicencio. Es de Ríoblanco (Tolima) y llegó a Villavicencio hace 18 años por el desplazamiento del conflicto armado.

Siempre tuvo la violencia cerquita a su casa y reconoce cómo en la oscuridad de esas malas épocas, estudiar no resultaba tan entretenido como puede ser ahora. 

Estudié tres años y no aprendí nada. No sabía escribir y los números los sabía hasta 20; tenía que caminar dos horas para llegar al colegio y nos daban ‘palo’ porque no nos aprendíamos las letras, tenía como 7 años”, recordó María con algo de timidez. 

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Reviviendo su vida, y con cierto ‘tinte’ de melancolía, expresa cómo dejó el estudio para dedicarse a labores del hogar:Me junté con mi esposo, con quien también estoy aprendiendo a estudiar; me tocaba en la casa responder por mis seis hijos. Mi esposo trabajaba y el sábado me daba la plata para que fuera a hacer el mercado. Yo compraba, pagaba y ni sabía si me robaban o no porque no conocía los números”. 

A sus 73 años, disfruta mucho aprender a leer y escribir -nos falta tiempo- dice, y de inmediato, cuidando cada palabra que sale de su boca, pronuncia lo que ha aprendido: “la m con la a, para decir mamá; o la p con la a, para decir papá”; orgullosa de su proceso.

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Ahora, con la actitud necesaria y a la espera de recibir un cartón que la certifique en tercer grado de primaria, junto con una toga y un birrete, María Sofía le alcanza el entusiasmo para decirles a los más jóvenes: “estudien, hace mucha falta. No es bueno vivir mendigando un dulce. Uno tiene que aprender, trabajar, y salir adelante”.

Al unir estas historias tenemos muchas cosas por compartir; y eso lo que los ha mantenido unidos. Son ellos quienes han dado el 100%. Más allá de un certificado, se les da herramientas y una motivación para ser independientes y sentirse útiles para la sociedad”, puntualizó Katherine Rincón, docente del grupo de alfabetización. 

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