Médicos: personaje del año
- Publicado en Dic 23, 2020
- Sección Región
Por Andrés Gustavo Moreno Rojas Médico. Mg Educación UdeA
Se levantó como todos los días, muy temprano. No solo porque su jornada laboral comenzara una o dos horas antes del resto de las profesiones, sino porque, como una costumbre muy arraigada desde la universidad, aprovechaba las horas “libres” de la madrugada para actualizarse aún más.
Salió a trabajar cuando sus hijos aún no se levantaban, y no pudieron oír el “te amo” en sus tiernos oídos, ni sentir el calor de su beso surcando sus mejillas; acompañado desde la puerta por su esposa quien calentaba sus manos con aquel café que lo acompañaría, como su fiel amigo, por esa mañana, pues el desayuno retrasaría llegar a tiempo a su trabajo: ser parte de los más de 73.000 médicos del país, quienes todas las mañanas llegan a Este año el cuerpo médico sufrió, como nunca, estigmatización, aislamiento y aún así tuvo la fortaleza para enfrentar la pandemia. personaje del año ayudar a otros.
Ingresar a una de las 63 facultades de medicina en este país, no es fácil. Históricamente son pocos cupos, la mayoría con precios altos en comparación con las demás carreras, con un número mayor de semestres o créditos por cursar, así como con una intensidad y dedicación digna de admirar, pues difícilmente se logra la anhelada meta sin excluir gran parte de las actividades sociales y familiares habituales en la juventud.
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Y cuando finalmente se logra obtener el título, el médico se enfrenta a un sistema de salud, basado en la Ley 100, que básicamente lo ubican de manera ambigua como centro del sistema y a su vez como un peón dentro de una partida de ajedrez, en la cual solo sigue órdenes de unos pocos reyes, donde incluso el derecho a la protesta, está vetado por la normatividad actual.
Porque se requiere gran coraje y mucho estoicismo, levantarse todas las mañanas a actualizarse con el último estudio clínico, sabiendo que en Colombia, el acceso a esa terapia requiere demasiados trámites para que pueda ser universalizada a toda la sociedad; encontrándose con tanta carga burocrática que, tiene que decidir entre tomarse los 20 minutos solo para el paciente y terminar el papeleo fuera de su horario laboral, o concentrarse en lo más relevante y “rezar” para que sus dedos tecleen a la velocidad de su pensamiento.
Ser médico en Colombia, implica desarrollar una serie de competencias en el Ser, el Saber y el Hacer, y por ello es una de las carreras más extensas y desafiantes, donde después de arduos seis años de estudio, aún se debe dejar todo y entregarse en cuerpo y alma (y muchas veces queda el alma y, tristemente, el cuerpo allá) en las zonas más apartadas del país, asumiendo una realidad que nadie debería vivir, exponiendo su vida a la violencia diaria, por socorrer a la sociedad que juró ayudar, en un juramente hipocrático que, a veces nos exige ser dioses, trabajando con manos de hombre maniatado.
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Sin embargo, cuando el “status” social pareciese recompensar un poco esta constante de esfuerzo y sacrificio, nos estrellamos contra el estigma que se genera por parte de unos pocos -que resuenan como muchos- quienes culpabilizan de todos los defectos del sistema de salud, de la inequidad del mismo, de la tardanza en la asignación de citas, o la demora en la entrega de los medicamentos, a los médicos, que no tienen el poder de decisión en lo anterior, como espacio de descarga de la rabia e impotencia de una sociedad en crisis.
Pandemia
En medio de la situación más compleja que ha vivido el mundo en cien años, haciendo frente a un adversario mortal e invisible, los médicos se han visto enfrentados a temer más a portar su bata y uniforme en la calle por riesgo de maltrato verbal, emocional y físico, que al mismo virus.
Un virus del que no conocemos suficiente y del cual aprendemos en las escasas horas libres, que tenemos que repartir entre dormir, disfrutar con la familia o seguir actualizándonos, con el fin de ayudar mejor y más eficazmente a la misma sociedad que juzga, sin hacer “…discriminación alguna de edad, enfermedad o incapacidad, credo, origen étnico, sexo, nacionalidad, afiliación política, raza, orientación sexual, clase social o cualquier otro factor que se interpongan entre mis deberes y mis pacientes” cono reza uno de los aportes del Juramento médico actualizado.
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Finalmente, llega un día en que, por cumplir con su juramento, exponiéndose día y noche, muchas veces con elementos de protección personal adquiridos de su propio pecunio, probablemente sin vacaciones desde hace muchos años, llega con tos a su casa, tal vez solo un resfriado, tal vez algo más, que lo obliga a aislarse de su propia familia, aquella que también se sacrifica con él, y quizá, como se ha observado durante esta pandemia –pero ha ocurrido antes- termine adquiriendo una de las enfermedades contra las cuales ha luchado en cuerpos ajenos.
En el año que estamos ad portas de culminar, vale la pena reconocer y valorar el sacrificio que diariamente hacen nuestros médicos, y todo el personal de la salud, y cuando ustedes los vean, recuerden el valor de cada uno de ellos, sus esfuerzos y el de sus familias, y aprecien lo que hacen por todos como sociedad, pues en los momentos más sombríos del mundo, fueron ellos, los que lo mantuvieron de pie.
En memoria de todos los Carlos Fabián, Jackelin, Gustavo, César Andrés y demás profesionales de la salud que entregaron su propia vida por nosotros: el sacrificio más noble que un ser humano pueda hacer. Fortaleza y solidaridad para sus familias, quienes no necesitaban un médico, necesitaban un esposo o esposa, un padre o madre, un hijo o hija.
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